“EL PIOJO” SALINAS, “LA DESIDERIA”, PICHILEMUNEWS Y ALGO MÁS

“EL PIOJO” SALINAS, “LA DESIDERIA”, PICHILEMUNEWS Y ALGO MÁS

 

En tanto se desarrolla una de las fiestas musicales más importantes del país, el mundo artístico nacional sufre la pérdida de dos de los suyos Benedicto “Piolo” Salinas –cantor popular de cuecas y antes de ayer, la Premio Nacional de Arte, 1969, la actriz y comediante Ana González más conocida como “La Desideria”, personaje que entró en el corazón de cada hogar de los chilenos allá por las años sesenta.

“pichilemunews” le conoció –sino personalmente- en los escenarios radiales de esa década, donde “la radio” era el medio de comunicación que la llevaba y donde –en Chile- la televisión estaba dando sus primeros pasos.

En efecto, corría el año 1964 y, estando en el otrora Liceo Particular “José Miguel Camilo”, en el único establecimiento de Humanidades en la comuna, ocurrió algo inesperado, pero previsible …

Este ahora editor estaba en segundo año de humanidades. Y más atrás, en el primer curso estaba Antonio, el segundo de mis hermanos que me sigue en edad. También estaba Patricio, el tercero, cursando aún preparatorias. Estaba en clases con el profesor Alberto González Gaete, cuando de pronto me dicen que salga de la clase y vaya a la dirección del colegio, que dirigía la oblata y profesora Lidia Molina. En palabras muy sencillas me dicen que me tengo que ir para la casa junto a mi hermano Antonio. No más explicaciones …

La casa que arrendaba mi padre estaba a no más de 70 metros en la calle O’Higgins, de propiedad de la Familia González, que integran la Sra. Albina y su hermana Inelia. Ahí conocimos la explicación con detalles: Estando en clases, Antonio interrumpió a la propia Directora del Liceo, diciéndole “hasta cuando vamos a escuchar hablar de política si estamos en clases …” No alcanzó a decir más y con toda la energía que le salía a la directora Molina, ésta le dijo: “Qué te crees insolente, toma tus cosas y te vas suspendido a tu casa …”

Mi hermano Antonio, a la sazón de catorce años, se fue llorando sin imaginar las consecuencias de su actitud, por su tupes y salida de “madre”, donde –sin duda- decir aunque fuera la verdad, era inconcebible pararse y levantar la voz ante un profesor. Menos si se trataba de la directora.

Bueno, ese año era período de elecciones presidenciales, donde estaban en carrera Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende Gossens en su tercer intento, Luis Bossay Leiva y el Cura de Catapilco, Antonio Zamorano. Y –según la directora- el peligro de un presidente comunista era atroz, por tanto era común que en la mayoría de sus clases, había una introducción política para que cada uno, en casa, hiciera subliminalmente, ver a sus padres de tal peligro; pero Antonio –mi hermano- más parado en las hilachas no aguantó las diatribas de la profesora Molina, sobretodo cuando empezó a decir indirectas, señalando que el comunismo tenía en todas partes a agentes pagados y que en Pichilemu también los había, haciendo indirecta alusión a nuestro padre.

En estricto rigor no era comunista –cosa que no nos habría dado vergüenza por lo demás- sino socialista. Claro, era de esa tienda y, además de dirigente local era regidor.

Ocurre que ese “comunista”, ese socialista era uno de los tantos que permitía que funcionara la Escuela “Cardenal Caro” y el Liceo “José Miguel Camilo”. La escuela que había nacido allá por el año 1957 ó 1958 en sus primeros años funcionaba nada más que con mobiliario facilitado, prestado por: pensiones, residenciales, hoteles y salones de entretenciones, de baile, como la Pista Municipal que nuestro padre trabajaba en su calidad de concesionario.

Pues bien, como habrá de suponerse, ese mobiliario –de todos quienes los facilitaban en carácter de gratuito- terminaba al cabo de un año escolar, como las “reverendas”; de tal forma que había que reforzar, clavetear, reemplazar piezas, para ocuparse en cada lugar durante la temporada de verano.

Es por esa razón que nuestro padre al ver a Antonio llorando y explicando porqué lo habían suspendido, reaccionó cómo reaccionó. Le dijo: “Llévate esas (…) de albas (túnicas de acólitos) y que (…….). Y dile a tus hermanos que se retiren y se vengan para la casa.

Mi hermano tomó las tres albas y se las dejó en el escritorio a la Directora y comunicó la decisión de nuestro padre: que desde ese momento nos retirábamos del colegio. De ahí que yo fuera retirado de la clase, a la que hacía alusión.

Todo ello ocurrió, según recuerdo, después de las vacaciones de invierno. De tal forma que nuestro padre semanas más tarde nos envió a Santiago a la casa de nuestros abuelos paternos, mientras él hacía contactos para que nos recibieran en algún Liceo de la capital para proseguir nuestros estudios. Sin embargo, en ningún liceo a esas alturas del año nos quisieron recibir. Varios nos aseguraron matrícula para el año siguiente (1965).

Nuestros abuelos no quisieron que nos regresáramos a Pichilemu. Y nuestras tías y amigas, tras sus jornadas de trabajo nos llevaban casi todos los días a los show diarios de las distintas emisoras. Así conocimos los auditórium de radio Corporación, de radio Cooperativa, de radio Minería, de radio Portales, entre otras, y aparte de los elencos estables de cada emisora, a decenas de artistas de la “Nueva Ola” que estaba surgiendo.

Y por supuesto a la gran Anita González, “La Desideria”, que motiva esta nota recordatoria y que nos permite, también, contar el episodio que, en definitiva, nos hizo perder un año escolar.

Debo decir que, aparte de esta negra página de nuestra vida de estudiante, guardo –al menos yo- más recuerdos positivos que negativos. Grandes amigos con muchos de aquellos compañeros de colegio que ha seguido siempre. Y con la mayoría, siempre el saludo cordial, afectuoso.

¿Qué más?

Manifestar quizás, lo que muchos en todos los medios han expresado. El reconocimiento a una mujer que en las tablas, en el cine –La Dama de las camelias, entre otras- la comedia musical –La Pérgola de las flores- en la televisión, brilló hasta que la edad y enfermedades fueron minando su vida y cuyo cuerpo hoy se está sepultando en medio del cariño de todo un pueblo.

Ojala –algún día- la idea planteada por Don Francisco se pueda materializar: un Museo que recuerde la trayectoria de nuestros artistas.

Tampoco estaría mal que aquellos artistas que han tenido más éxito pudieran “dar un poco de lo tanto que han recibido” y que pudiera al menos adquirir una propiedad y remodelarla a través de los fondos de infraestructura cultural del FONDART. ¿O no?

Si hubiera voluntad de más que se puede ….


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