CIEN AÑOS DE LA MASACRE EN LA ESCUELA SANTA MARÍA Y 37 AÑOS DESDE QUE CONOCIMOS A UN SOBREVIVIENTE

CIEN AÑOS DE LA MASACRE EN LA ESCUELA SANTA MARÍA Y 37 AÑOS DESDE QUE CONOCIMOS A UN SOBREVIVIENTE

Cuando aquel año 1970 quedé en una carrera universitaria en la Sede Iquique de la Universidad de Chile nunca imaginé que podría conocer a un sobreviviente de la Masacre de la Escuela Santa María. Menos tampoco, que asistiría a clases en aquella misma escuela.
Poco antes de viajar al norte había sabido de ese negro suceso en la historia obrera chilena, donde cientos de compatriotas murieron en aquella matanza. Hombres que trabajaban en la pampa, sus mujeres y niños también fueron víctima de las balas arteras de las fuerzas que se enviaron para sofocar la huelga de los obreros del salitre en contra del capital explotador.
Fue la cantata creada por Luis Advis, a fines de 1969 quien nos dio -en ese momento- los indicios de ese episodio ocurrido hace ya casi un siglo.
Ni siquiera los sucesos ocurridos durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, en la Matanza de El Salvador, permitieron sacar a la luz aquellos hechos ocurridos 60 años atrás. Y, por supuesto, en ningún colegio y ni siquiera en el Liceo en que había estudiado -el aguerrido Miguel Luis Amunátegui- algún profesor recordó siquiera esa parte de la historia. ¡Nunca!
Y aunque llegado a Iquique, previo a una escala en Antofagasta donde habían familiares, no tenía como objetivo escarbar en la historia, el hecho de llegar a ese establecimiento gatilló cuando -por razones que hoy no recuerdo- durante poco más de un mes tuvimos que ir diariamente a clases a la Escuela “Santa María” de la ciudad, ubicada próxima al Mercado Municipal. Y cercano, también, al Teatro Nacional, del cual fui testigo del dantesco incendio que lo afectó y que terminó no solo con su antiquísima estructura de maderas nobles, sino que con muchos locales aledaños de esa manzana.
Muchos años después conversando con un amigo, santiaguino radicado en Pichilemu -al tocar el tema de Iquique- resultó ser “damnificado” de aquel incendio pues había estado allá en la “tierra de campeones” durante unos años.
Nuestros compañeros de carrera, iquiqueños, se encargaron de asustarnos en días previos a nuestra asistencia a clases, diciéndonos que ahí “penaban” y “se veían personas” en los pasillos de aquella escuela construida donde habían muerto cientos de chilenos.
Cuando hice el comentario en la casa del matrimonio Villalobos Contreras, quienes daba pensión a estudiantes, uno de los cuales era “pichilemunews”, doña Nora dueña de casa, me dijo que su padre -cercano a los noventa años- era un sobreviviente de aquello.
Me costó creerlo así de primera. Era demasiado increíble. Fue sino hasta que escuché del propio anciano -de visita meses después- el relato de cómo había logrado sobrevivir.
El Sr. Contreras me contó: “Yo, que era un niño, había llegado junto a mis padres como miles de pampinos que bajaron a Iquique a solicitar mejoras salariales y condiciones de vida. Estuvimos varios días hasta que nos llevaron a la Escuela. Ahí, en un momento nos rodearon desde los techos de otros edificios y a la voz de fuego, empezaron a disparar sin ninguna consideración de que hubiera allí hombres, mujeres y niños. Caíamos como moscas y yo fui herido. Inconsciente -pensando quizás que estaba muerto- nos recogieron en carretas y nos fueron a lanzar a la pampa. Cuando desperté herido estaba entre cientos de muertos y de ahí escape como pude, como unos pocos afortunados …”.
Su hija Nora cuando vio a su padre emocionado, me pidió -por prudencia- que no siguiera preguntándole. Pero ya no era necesario seguir escuchando, un hombre ya nonagenario no iba a estar mintiendo sobre su experiencia …

LA HISTORIA NO CONTADA

MASACRE EN LA ESCUELA SANTA MARIA DE IQUIQUE

Por Esteban Bucal Oviedo

En la matanza de trabajadores en la Escuela (Domingo) Santa María, en 1907, en Iquique, fueron asesinados centenares y centenares de trabajadores y sus familias, por militares comandados por Roberto Silva Renard, ese que participaba en la Junta golpista de 1891. Ascendido de inmediato a general de Brigada y enviado a Londres, a la metrópoli, como Agregado Militar.
Silva Renard actuó en la masacre de la Escuela Santa María secundado directamente por el coronel Sinforoso Ledesma.
El general Silva Renard arribó el jueves 19 de diciembre de 1907 a Iquique a bordo del crucero “Zenteno”.
Los trabajadores salitreros con sus familias llevaban cerca de 10 días en huelga. Habían bajado a Iquique. Reclamando por condiciones humanas de vida.
Una de las columnas llegó a Iquique, al Hipódromo. Allí los esperaba el Intendente subrogante Carlos Eastman Quiroga con el jefe interino de la División del ejército. Y los abogados de la Intendencia Santiago Lorca y Antonio Viera-Gallo. En una primera línea de contención contra los trabajadores.

Habló un joven obrero:
– “Compañeros, las grandes causas han tenido ardientes contradicciones y muchas veces se han visto perdidas porque la elocuencia de los grandes hombres ha arrebatado a las masas. Yo, modesto obrero de la pampa, átomo insignificante dentro de la sociedad general, levanto mi voz para rebatir la elocuencia arrebatadora del señor Viera-Gallo”.

Era Presidente de la República don Pedro Montt. Cuyo nombre completo era Pedro Elías Pablo Montt Montt. Hijo de don Manuel Montt, que también había sido Presidente de la República y embajador en Perú.
Montt-hijo era miembro del Partido Nacional, presidente de la Sociedad Católica de Educación y ministro de Justicia, Instrucción Pública y Hacienda de Balmaceda. Se convirtió en adversario de Balmaceda en 1890.
El Presidente Montt-hijo, tenía como símbolo de su gobierno un garrote, llamado el “pedromontt”. Montt llegó a Iquique, a hacerse cargo personalmente, de la huelga que afectaba a las empresas salitreras.
El Mercurio de Antofagasta del 22 de diciembre de 1907 publicó el informe del coronel Roberto Silva Renard dirigido al Intendente Carlos Eastman, al ministro del Interior Rafael Sotomayor Baeza y al Presidentte Montt-hijo.
Escribió el coronel, sobre los sucesos de la Escuela Santa María, ocurridos el día anterior, el fatídico 21 de diciembre:
“Calculé que en el interior de la Escuela había cinco mil individuos (…) Como usted comprenderá, los oradores no hacían otra cosa que repetir aquellas frases comunes de guerra al capital y al orden social existente…
Reuní a los jefes que me acompañaban y estudié con ellos la posibilidad de obtener la sumisión con las armas blancas, introduciendo a la infantería con la bayoneta calada, que con ataque vigoroso hacia el interior aprehendiese a todo el Comité y haciéndole cargar a la caballería sobre la turba aglomerada en el exterior. Se comprobó que esta operación no daría resultado, por lo apretado y compacta que se mantenía la muchedumbre exterior, para cargarla con éxito y, se vio por el contrario, que un ataque con arma blanca o caballería podría dejar la infantería y los jinetes en peligro de ser tomados por los huelguistas, complicándose la situación para las operaciones siguientes. Se vio por lo tanto, que no había más recurso que el empleo de las armas para obtener el resultado eficaz y ordenado…”.
Los marinos instalaron al personal de la “Esmeralda” con sus ametralladoras a pocos metros del frontis de la Escuela Santa María. Listos para iniciar la masacre. A propósito relata Silva Renard en su informe:
“(…) ordené una descarga (…) ordené dos descargas más y fuego de ametralladoras con puntería fija hacia la azotea, donde vociferaba el Comité entre banderas y toques de corneta…”.

Los huelguistas y sus familias estuvieron todo el tiempo en una actitud pacífica. A pesar de estar rodeados por desproporcion
adas fuerzas militares. Sobre los trabajadores salitreros, se apuntaban además los cañones del “Zenteno”, el “Chacabuco” y la “Esmeralda”. Los transportes “Maipo” y “Rancagua”, con tropas listas para desembarcar o embarcar gente, según como se producían los acontecimientos. Tropas de la marinería y del ejército patrullaban día y noche Iquique. Había militares de los regimientos iquiqueños “Granaderos” y “Carampangue”. Regimientos reforzados por el “O’Higgins”, llegado de Copiapó, el “Esmeralda” de Antofagasta, el “Grupo de Ingenieros y Pontoneros Atacama”, de Tacna, y el “Talca” de Rancagua. Más, artillería traída desde Valparaíso y tropas de carabineros.

En la azotea flameaban las banderas de Chile, Bolivia, Perú y Argentina. Banderas de los países de la mayoría de los trabajadores salitreros.
El Comité de Huelga recién elegido tenía como presidente a un norteamericano llamado José Briggs, “el rucio”. José Santos Morales, tesorero, Ladislao Córdova, pro secretario, entre otros dirigentes.
Relata José Santos Morales a propósito de la primera descarga de las ametralladoras de la “Esmeralda”:
– “(…) se izó bandera blanca, pero no se hizo caso de ella y vino la segunda descarga (…) siguieron las descargas ya dichas y el funcionamiento de las ametralladoras con puntería fija, a la masa del pueblo agrupada detrás de la reja de la Escuela, haciéndose una matanza horrorosa de hombres, cayendo también algunas mujeres y niños…”.
Los sobrevivientes fueron sacados de la escuela. Morales, relata que después de la masacre, los sobrevivientes fueron sacados por los militares:
– “… entre dos filas, estrechándolos al medio. Al que se separaba de la fila lo mataban de un lanzazo. Así fue muerto un muchacho boliviano. (…) más adelante se apartó otro obrero, que fue muerto de otro lanzazo, que lo traspasó de parte a parte. Entrándole la lanza por el espinazo y matándolo en el acto (…) al pasar por el costado de los estanques de agua me llaman por mi nombre y me estremecí. Miré con recelo, luego sentí una gran satisfacción al reconocer a Briggs, con facha de marinero desertor, vulgo “machicuma”. Con una cachimba en la boca, un “yoke” y ropa de trabajo. Le pregunté por los demás compañeros y me dijo que se habían salvado Olea y Rodríguez. “En el registro, me agregó, me hice el borracho, fingiendo tropezar con los soldados…”.

Germán Suárez Vertiz, un muchacho peruano, sobreviviente de la masacre, que a esa fecha tenía diez años de edad, relata:
– “La gente que estaba en la escuela salía como loca. Rompía con la cabeza las calaminas. Los granaderos los peloteaban con lanzas. Los obreros quedaban como colgados, como esas vistas que se ven de los combates del Marne, en la Primera Guerra Mundial. Colgados del alambrado, el saco quedaba colgado también, como un solo rollo, el sombrero también colgado. Al día siguiente temprano nos escapamos yo y mi primo (…) Me acuerdo haber visto sombreros llenos de sesos, como los que venden en el mercado (…). Ya no eran cadáveres, eran restos humanos, entrañas. Una cosa horrorosa (…) Pasaron los caballos y machetearon. Gente que caía en una postura como de araña. Se enroscaban como las arañas, cuando las queman (…) Después pasaban las camillas de muertos. Después las carretas botelleras llenas de cadáveres. Después las carretas basureras, de dos tapas, con la tapa abierta, llena de cadáveres con sangre chorreando, medio congelada, como hilachas…”.
“La Prensa” de Lima, del 9 de Enero de 1908 escribe:
– “El Presidente del Comité Directivo de los huelguistas don José Briggs, es de nacionalidad norteamericana. Bastante joven, se expresa correctamente en castellano (…) resultó herido en una pierna y tiene el propósito de medicinarse en el hospital “Dos de Mayo”. Se apoya en un bastón y camina lentamente”.
Morales debió escapar a Bolivia. Olea murió en Ecuador en 1921. Córdova, otro dirigente murió en la década de los 1960.

Los sobrevivientes de la masacre serán arreados como animales por los soldados de regreso a las salitreras. En la práctica, condenados a trabajos forzados, explotados por el capital imperial más las armas de los militares chilenos.
El Presidente Montt-hijo felicitó a Roberto Silva Renard:
– “Ha cumplido usted con los deberes inherentes a su cargo, en forma que hace honor a su criterio y energía”.
Pero la historia nunca termina donde parece …..
Ahora es 1910. Han pasado tres años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique y es el año del llamado “Centenario” de la Independencia de Chile. (que efectivamente debía ser en 1918).
El Presidente Montt-hijo, asciende a general de División a Roberto Silva, quien venía regresando de Londres y le nombra comandante en jefe de la División del ejército de Tarapacá, con asiento en Iquique, para seguir manteniendo el “orden”, en la zona de las salitreras y de mayor concentración proletaria del país. Roberto Silva será tiempo después enviado a Alemania, a comprar los cañones Krupp para el ejército.
Montt, en 1907, algunos meses después de la masacre en la Escuela Santa María, nombra como ministro del Interior a Agustín Edwards Mac-Clure.
En 1903 es Ministro de Relaciones Exteriores con 25 años de edad, también en 1905 y en 1909. Presidente de la Comisión del Centenario. Delegado de Chile al Centenario de Argentina. Ministro de Chile en Londres. Embajador en Suecia en 1915. Agustín Edwards Mac Clure fue negociador de la paz con Bolivia. Nombrado en febrero de 1920 jefe de la misión chilena en Gran Bretaña, como Ministro Plenipotenciario, como lo fue papá. Las designaciones de Edwards en Londres eran obvias. Será presidente de la “Comisión Protectora de la Industria Salitrera”.

FIN DE SILVA RENARD
Por su parte, el represivo general Roberto Silva Renard, el que ordenó ametrallar y masacrar a los trabajadores salitreros, será apuñalado con un cuchillo argentino de parrillada, en una calle del Santiago del Nuevo Extremo, a manos de un español llamado Antonio Ramón. Este, viajó especialmente desde Argentina a vengar la muerte de su medio hermano Manuel, asesinado por las balas de los soldados de Roberto Silva Renard.
Antonio, estaba en Mendoza cuando se informó del asesinato de su hermano. Viajó a Santiago y arrendó una pieza en la avenida de Viel, muy cerca de la “Fábrica de Cartuchos”, llamada después Famae, donde vivía y trabajaba el general Silva Renard.

El 14 de diciembre, cuando el señor general don Roberto Silva Renard regresaba a su domicilio, después de su diaria caminata por el Parque de la familia Cousiño, Antonio Ramón lo vio caminando por la calle de Viel casi esquina de la calle de Rondizzoni. Se abalanzó Antonio Ramón, sobre la humanidad del señor general de División y le metió, según el informe médico legal, un total de cinco puñaladas, con el cuchillo argentino de parrillada.
El general don Roberto Silva Renard gritaba pidiendo socorro, hasta derrumbarse, junto a la reja de la ventana de la casa con el número 1.845, de la calle de Viel. A los gritos del señor general, salió la dueña de casa, doña Casimira Saavedra viuda de Romero, quien al verlo en medio de un charco de sangre, sólo atinó gritar despavorida, pidiendo ayuda para la dignidad uniformada que se revolcaba mal herida en la vereda.

El general Roberto Silva Renard muere en julio de 1920, en Viña del Mar. Su biografía está en el libro “Soldados ilustres del Ejército de Chile”.
Seguirán las masacres en las salitreras de Tarapacá y Antofagasta. Vendrá la masacre en la oficina salitrera de “San Gregorio”, de propiedad de Gibbs and Co. Los militares asesinaron allí, a más de cien trabajadores salitreros. Era Presidente de la República Alessandri-padre e Intendente Luciano Hiriart.
Luego siguieron más masacres de trabajador
es. En las salitreras “Pontevedra”, “La Coruña” y “Barrenechea” en 1925, con centenares de trabajadores asesinados. Vendrán otros genocidios y otros y otros… Y más y más trabajadores serán asesinados…

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