ACADÉMICO PICHILEMINO DICTA CÁTEDRA SOBRE LA “POLÍTICA” DE IZQUIERDA Y DERECHA.

¿Los pensadores son exclusivamente extranjeros o seres “de otro mundo”?. La verdad que no, hay chilenos “que piensan” y -también, entre ellos- pichileminos “que piensan” y dan a conocer sus trabajos en universidades, donde el pensamiento se perfecciona, se debate, se purifica, y se expelen las ideas al mundo exterior.
Prueba de ello es el siguiente trabajo de un coterráneo pichilemino y que se publicó con el siguiente título y que por cierto, muchos coincidirán como muchos, también, se contrariarán.

El Vaciamiento de las identidades y el empobrecimiento de la política.
Columna de Marcelo Mella.
Publicado el 30-03-2005

De las transformaciones en las identidades políticas tradicionales de la derecha e izquierda, y sus consecuencias en el hacer político nacional trata este articulo del licenciado en Historia, Master en Ciencia Política y Doctor en Estudios Americanos, profesor Marcelo Mella.

Se ha convertido en parte del sentido común la tesis de A. Giddens sobre el carácter de las transformaciones en las identidades políticas tradicionales de la derecha e izquierda. Para este autor, la derecha se ha convertido en una ideología “revolucionaria”, o al menos, que valora positivamente el “cambio”, en la medida que propicia la extensión de un mayor grado de libertades en las distintas esferas de acción del Estado y la izquierda, por su parte, ha devenido en un pensamiento de talante conservador, en la medida que fomenta la preservación de funciones tradicionales del Estado de Bienestar.
Dicho trastocamiento de las identidades tradicionales de la política democrática contemporánea también se puede apreciar en nuestro país a propósito de los discursos y liderazgos en los actores y conglomerados políticos más relevantes, sea en el caso de la Alianza o de la Concertación.
La Alianza y el Neopopulismo
Dos circunstancias parecen caracterizar la generalidad de los discursos de la Alianza en los últimos meses; i) el desgaste sostenido de la referencia al “cambio” como palanca mágica para zafar de las responsabilidades históricas que acompañan a las elites políticas, y ii) el posicionamiento de un nuevo discurso que busca mejorar su estructura de oportunidades frente a la presidencial a partir de una mayor subjetivación del debate político.
No puede sino aparecer como gigantescas paradojas las dos circunstancias anteriores. Por una parte y desde la última presidencial, la Alianza y particularmente la UDI ha insistido en posicionar la idea del “cambio” y de la apoliticidad de sus propuestas. Por otra sin embargo, el mismo partido a la luz de la baja sostenida en las encuestas de su candidato pretende llevar el debate electoral a un mayor grado de subjetividad y por lo tanto de complejidad social, como muestra véase el nuevo slogan mediante el que se busca contrarrestar el alejamiento de la sociedad civil frente a Lavín: “Te dicen que Chile está bien… ¿Y tú? ¿Estás bien?”.
Habría que preguntarse si acaso no existe una profunda contradicción en este ir y venir de la despolitización y de la repolitización de la subjetividad que ha ensayado la Derecha en los últimos siete u ocho años.
Tradicionalmente ha sido no la derecha sino ciertos sectores progresistas o abiertamente de izquierda quienes se han comprometido con el enfoque de la subjetivación de la política. Por ejemplo, Norbert Lechner desde su ya clásico estudio “Los patios interiores de la Democracia” hasta sus últimos trabajos como “Las sombras del mañana” y los Informes del PNUD, ha sostenido una especia de tesis subyac
ente como es que la democracia chilena por exitosa que parezca se encuentra en deuda en tanto no se articula en respuesta a las demandas y a la dimensión aspiracional de los sujetos que forman parte de la sociedad civil.

Es justamente este equivoco entre ocuparse de “los problemas de la gente” y pretender la inclusión de crecientes grados de complejidad lo que podría definir el carácter “neopopulista” de la oferta política de la Derecha.
La Concertación y el calculo del consenso

Por su parte, la Concertación ha apostado desde la vuelta a la democracia y casi como una expresión de un trauma histórico a la construcción de una democracia basada en la estabilidad política y la economía neoliberal. En otras palabras, la arquitectura política de los tres gobiernos de la Concertación se ha fundamentado en la defensa de los principios del Orden y el Mercado asunto que hoy por hoy a nadie sorprende.
Autores como Felipe Portales y Edgardo Boeninger en distintos momentos y con diferentes motivaciones han desarrollado la idea de que el discurso concertacionista posee en la actualidad una fuerte dosis de conservadurismo. Felipe Portales en modo irónico a utilizado la imagen del mito como metáfora de la confrontación histórica entre discursos y realidades en nuestra política pasada o reciente. Boeninger sin embargo, lejos de cualquier gesto autocritico, ha señalado en “La democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad”, el excepcionalismo de la transición chilena a la democracia a partir de la conjunción de tres situaciones difícilmente convergentes; estabilidad política, crecimiento económico y paz social.
Lo que puede parecer discutible de este enfoque o “ideología profunda” de ciertas elites en la Concertación que representa Boeninger es que finalmente, el conflicto, la discusión, el debate y la misma competencia frontal, es obliterada porque representa niveles de incertidumbre intolerables para una política fabricada al alero de los policy makers que se caracteriza por la maximización de beneficios.
No obstante, el conflicto ha sido entendido por autores tan diversos y trascendentes como C. Schmitt y Chantal Mouffe como un fenómeno coextensivo de lo político. Resulta entonces singular que quienes combaten el discurso de la antipolítica que campea en amplios sectores de la derecha, de algún modo, coadyuven al mismo proceso de defenestración de la política en la medida que establecen un recorte que elimina el conflicto y las relaciones agonales que caracterizan estructuralmente las interacciones sociales vinculadas al poder.
¿Cuál es el compromiso de la Concertación y, particularmente, del Gobierno de Lagos con la representación del pluralismo y de la complejidad social de nuestro país? ¿Por qué la administración Lagos parece intimidarse cada vez que asoma cualquiera disensión y disputa de contenidos? ¿no resulta en esta materia el actual gobierno una muestra de lo que es ser reaccionario? Estas preguntas merecen no una respuesta declarativa y autoritaria (y por supuesto en tercera persona) como suele hacer Lagos, sino una sobria, sustantiva y demostrable.

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