La Santa Misa

Voz del Congreso - Santa MisaDe nuestro Congreso Eucarístico Regional debemos sacar una gran enseñanza y esa no debe ser otra que la más ferviente devoción a la Santa Misa. Es triste y sumamente desconsolador el comprobar diariamente cómo los fieles desconocen el tesoro inmenso de vista espiritual que es la Santa Misa.

Resumen sublime de los antiguos sacrificios, y a la vez, hoy sacrificio único, la Santa Misa nos acerca al mismo Sacrificio de la Cruz, renovándolo ante nuestra propia presencia. La Fe nos revela en la Víctima inmolada, que es el mismo Jesucristo, Redentor de nuestras almas, el misterio sublime de un Dios que adora, de un Dios que da gracias, de un Dios que se inmola, y de un Dios que implora: ¡y todo eso lo hace Jesucristo en nuestro nombre ante su Padre Celestial! ¡Cuanto valor adquieren entonces nuestros actos de adoración, de gratitud, de desagravio, y aún nuestras propias súplicas, si las hacemos durante la Santa Misa, dirigiéndolas al Corazón de Cristo, que en esos momentos adora, da gracias e implora en nombre de toda la Humanidad!

Desgraciadamente, en estos tiempos, los cristianos asisten muy poco a la Santa Misa, y este hecho desconsolador nos explica la triste decadencia moral que se advierte como la gran miseria actual.

Semejante abandono de nuestros Misterios Santos, abandono casi absoluto en ciertas partes, es una especie de apostasia práctica, cuyas consecuencias son el restar gran parte de su eficacia a la gran reparación del Calvario.

En estas semanas, ya van quedando pocas, en que nos estamos preparando para vivir las grande festividades de nuestro Congreso Eucarístico, asistamos si es posible, aunque sea con grandes sacrificios, a la Santa Misa, ojalá diariamente, ya que esa inmolación sublime de un Dios que, por nosotros, se ofrece ante su Padre Celestial, es el Misterio más augusto, y más venerable de la Iglesia, y el homenaje más agradable y glorioso que se puede ofrecer a Dios.

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