Del proceso social: mi generación al poder

Como puntapié inicial, este humilde artículo de opinión va a establecer el término de la transición política post-dictadura, en el 11 de marzo de 2006. Es decir, el momento en que asumiera la presidencia la primera mujer y además socialista después de Salvador Allende, Michelle Bachelet.

Bajo su gobierno, se derribó por parte de los estudiantes secundarios ese horrible axioma que retratara el tenista Marcelo Ríos al preguntarle sobre política, “… no estoy ni ahí …”. Pues bien, los Centros de Alumnos de los colegios emblemáticos de Santiago lideraron ese mismo año 2006 un movimiento nacional que se denominó “La Revolución Pingüina”, donde con protestas, marchas multitudinarias, tomas de colegios que se extendieron por meses y en especial “una unión” por un objetivo común que no se había visto en un movimiento hasta antes de la dictadura, cual era acabar con la L.O.C.E. (Ley Orgánica Constitucional de Educación) y en general con la municipalización, firmada por decreto entre gallos y medianoche muy poco antes que el dictador entregara el poder a Patricio Aylwin.

Finalmente, los sectores políticos tradicionales de ese entonces, que gracias al sistema binominal (de nuevo constitucional) no eran otros que la ex Concertación y la derecha, tuvieron que ponerse de acuerdo en “reformar” el sistema de enseñanza. Hubo engaños y traiciones, como no, pero se logró modificar temas trascendentales y sobre todo se aprendió que “el reformismo” no era el camino.

Pasó Bachelet y este país eligió al primer presidente de derecha post-dictadura militar (hito que muchos sitúan como el término de la transición). Al poco andar este Ejecutivo de Sebastián Piñera, son esos mismos jóvenes secundarios, ahora universitarios y endeudados por el sistema de Educación Superior creado por Ricardo Lagos junto a la Banca, quienes en el año 2011 paralizarán el país por algunos meses, de nuevo con protestas multitudinarias y tomas de universidades, tanto públicas como privadas, bajo las consignas de una educación gratuita y de calidad. Pero de nuevo “el reformismo”, se logró la gratuidad universitaria para los sectores que lo necesitaban, pero con una serie de cortapisas y sobre todo manteniendo el negocio y el lucro de los dueños de las universidades privadas, ahora financiadas directamente por el Estado vía gratuidad.

Algunos dirigentes de este movimiento universitario pasarán al Congreso como diputados y vendrán a desordenar el mapa político tradicional, por ejemplo, presentando proyectos para bajarse ellos mismos y, por supuesto para todos, la vergonzosa dieta parlamentaria.

Vino un segundo gobierno de Bachelet que intentó cambios de fondo con una nueva Constitución, pero el boicot económico de los sectores reaccionarios impidió profundizar en estos cambios (ahora esos mismos sectores hubiesen firmado complacidos los tibios cambios que proponía ese proceso constitucional).

Tuvo que venir un segundo gobierno de derecha con Piñera 2 para que todo este proceso social que intento narrar brevemente, desencadenara en solo dos años en tres hechos sustanciales: Primero, el 18 de octubre la olla a presión que desde el 11 de septiembre de 1973 estuviera a fuego lento, explotó. Por cierto, ya había intelectuales que auguraban que este sistema político-económico y por supuesto social no duraría 50 años, pues bien, este primer hito de octubre es el año 48; segundo, a consecuencia de lo anterior se firmó el Acuerdo por la Paz y en definitiva ganó por una amplia mayoría el “Apruebo” del 25 de octubre de 2020 por un proceso constituyente inédito en el mundo; y tercero, este 19 de noviembre es elegido presidente de Chile, un joven de solo 35 años proveniente de los mencionados dirigentes universitarios.

Presidente que representara a toda una generación que tuvo que crecer y madurar en los 90’, atrevernos a tomarnos nuestros colegios, luego nuestras universidades, hacer la Revolución de Octubre, para llegar al poder el 11 de marzo de 2022, y esperamos al año 50 desde 1973, es decir el 2023, comenzar a implementar un nuevo modelo político-económico que otorgue a nuestro país la nueva Constitución.

En conclusión: “Los procesos sociales no se detienen ni con el crimen ni con la fuerza…” como predijera Salvador Allende pocas horas antes de morir.

PABLO CANALES SARAVIA

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