De las cuevas y Don Antonio de Petrel

Una de las cuevas célebres que he conocido es la del caudillo chileno José Antonio Pincheira, en realidad de los cuatro hermanos Pincheira. Ellos y sus subordinados mantenían en secreto sus refugios, tanto en territorio chileno como argentino, hoy se conocen dos de los más importantes, uno se ubica próximo a la ciudad de Malargue, en el sur de la provincia de Mendoza y se denomina Los Castillos de Pincheira, dado a la monumental apariencia de construcción megalítica que ha adquirido la roca del farellón de la ribera sur del río de Las Pampas, por la acción erosiva natural de las lluvias y los fuertes vientos que lo azotan. A través de centenares de metros se pueden apreciar las innumerables cuevas que albergaban a la temida banda de los Pincheira. Con el relato del naturalista inglés, Charles Darwin(ese viejo conocido), nos aproximaremos a la idea que se tenía de ellos alrededor de 1834, él se encuentra en la cima de la cordillera de los Andes, cerca del nacimiento del río Cachapoal,”Por uno de esos barrancos penetró Pincheira en Chile para saquear toda la comarca vecina. Ese mismo cacique que atacó una estancia a orillas del río Negro, ataque del que ya he hablado. Pincheira es un renegado, mestizo español, que reunió una gran tropa de indios y se estableció a orillas del río de Las Pampas, establecimiento que jamás han podido descubrir las tropas enviadas en su persecución. Partiendo de ese punto, y atravesando las Cordilleras por pasos desconocidos, se dirige a saquear las estancias y, apoderándose de los rebaños de éstas, los conduce a su secreta morada. Pincheira es un jinete de primer orden, así como todos sus compañeros, por que él tiene por principio invariable romperle la cabeza a cualquiera que no pueda seguirle. Contra ese jefe de bandidos y otras tribus indias errantes es contra quienes Rosas hacía la guerra de exterminio de que hablé en el capítulo V”.
En Chile se habló de la “guerra a muerte” y de este mismo modo tituló don Benjamín Vicuña Mackenna un grueso volumen dedicado a ese período desde donde elegiremos algunos fragmentos, para complementar, los comentarios de mis visitas a ambas “cuevas” o lo que he logrado en dichas visitas de las esquivas cuevas, ya que éstas, en varias ocasiones no han sido accesibles a la primera.
La “Cueva de los Pincheiras”, es un alero rocoso socavado por acción natural, al pié del gran farellón de basalto que se eleva a más de cien metros de altura en la ladera sur del boscoso cajón que hoy aloja la ruta pavimentada hacia Los Nevados de Chillán, en el kilómetro 67. La pared de este acantilado es casi lisa y cae verticalmente al valle, es inexpugnable, en el borde de su cumbre se divisa un cordón arbóreo de especies nativas. Por este paredón, aún hoy en la época de los deshielos, se forma una extensa y copiosa cortina de aguas ocultando “la cueva” que otrora sirvió como uno de los refugios a la “gavilla de los Pincheiras”.

A fines de la colonia e inicios de la república, esta boscosa área se encuentra bajo la propiedad de un importante y furibundo realista, don Manuel Zañartu, dueño de la hacienda de Cato, donde los progenitores de los Pincheiras, son inquilinos y hombres de confianza del patrón, quien los ampara y estimula.


Conocedores o vaquianos de las serranías de Cato, los Pincheiras, convirtieron la zona en su refugio natural. Antonio, el mayor de los hijos de Martín, es soldado del ejército realista y hoy es la batalla en Maipú, de ahí huye tras la derrota y del abandono que su comandante en jefe, Mariano Osorio hace de sus tropas. El jefe huye por el camino de la costa. Sabemos que el guía proporcionado a éste y su escolta en la hacienda Bucalemu, los conduciría a salvo hasta Cáhuil. Al descender desde Millaco hasta la boca del Nilahue por un estrecho y tortuoso camino flanqueado por cipreses, a la hora más oscura de la noche, antes del amanecer, ahí, en uno de esos recovecos, desapareció el guía. Solos, Osorio y sus propios, prosiguen su derrota, esta vez hostilizados constantemente por las guerrillas de costinos patriotas.


Mientras, los restos de las fuerzas realistas, huyen en desorden y al, sálvese quien pueda. El cabo Antonio Pincheira, es uno de ellos, su astucia y su genio lo conducen a salvo al reducto de toda su vida, a donde la autoridad patriota lo compele.
Proscrito, se entrega de lleno a sus correrías, pliega a sus hermanos; Santos, Pablo y José Antonio, más una abigarrada compañía de campesinos, delincuentes, mestizos, pehuenches, desertores del ejército patriota y restos de sus compañeros de armas en las filas del rey.

Desde su base de Cato, asolaron los campos y pueblos comarcanos, el favor de los hacendados, inclinó la acción de estos hombres a actuar en coordinación con otras fuerzas comandadas por caudillos realistas, como; Vallejos, Pico, Mariluan, el cura Ferrebú, el renegado Vicente Benavides. Realizan operaciones de distracción del ejército patriota y el asalto, toma y saqueo de Chillán, San Carlos y otros tantos, también, cuando es menester, traspasan por los boquetes cordilleranos hacia las pampas argentinas del sur de Cuyo. En las mismas cercanías del fuerte de Malargue, los Pincheiras establecen su malal, se albergan en los aleros rocosos del farellón del río de las Pampas. La acción erosiva de las lluvias y el potente viento que asota el acantilado,
con el tiempo, ha labrado decenas de pequeñas cuevas. Su uso y la comunicación de unas con otras, tejió una red de senderos que los conectan con rapidez a la cumbre y poder replegarse con seguridad en caso de un ataque de las fuerzas cuyanas.

Hoy día, los llamados “castillos de Pincheira”, son apreciados desde lejos por su imponente presencia, similar a una mega construcción medieval y pueden ser visitados y recorrerlos palmo a palma tras las huellas de los saqueadores de la estancia de Río Negro.

El carácter del accionar de las fuerzas de Pincheira, la demostración de crueldad y los fines que sirvió, es lo que llevó a clasificarlos por el uso y costumbres como una “gavilla” o “banda” que actuó durante la llamada “guerra a muerte”.

LA CUEVA

San Antonio de La Cueva está en los 34*14`71“

Este es uno de los nombres que recibió el fundo en cuyo territorio se encuentra una singular cueva, la que suscitó mucho interés de visitas de la más variada índole, las que nos dejaron sus impresiones y que reproduciremos a continuación:

La cueva de don Antonio Alcedo.
Quizás una de las primeras referencias acerca del lugar de La Cueva, que ha sido publicada, sea la de Antonio Alcedo, en su Diccionario Geográfico de las Indias Occidentales, por el año de 1786.

Ahí aparece Rapel, Pueblo de la Provincia y Corregimiento de Colchagua en el Reyno de Chile, tiene cinco Vice-Parroquias en su distrito y un Convento de Religiosos Agustinos en un paraje llamado la Estrella, cerca de él y en medio de una llanura se levanta una colina, y hacia la mitad de ella hay una cueva cuya puerta tiene como dos varas de ancho y poco más de alto, dentro hay un salón irregular de 15 varas de largo y 3 a 4 de ancho, del medio de la bóveda caen gotas de agua que cesa de destilar en los calores fuertes, las cuales se recogen en una corta lagunilla que hay en el pavimento; toda esta cueva de piedra parece obra de la naturaleza, porque no hay memoria ni destino para que se hubiese hecho artificialmente:

Consultada, esta misma obra, sobre otros topónimos de la zona, sólo encontramos el de Topocalma, Río grande y caudaloso del Reyno de Chile en la Provincia y Corregimiento de Santiago, pasa cerca de esta Ciudad, y desemboca en el mar Pacífico cerca de Valparaíso en 33gr. 31min. de lat. aust.

La cueva de Vicente Carvallo y Goyeneche.
En La Historia del Reyno de Chile, de Vicente Carvallo y Goyeneche, escrito por el año De 1785, cuyo manuscrito se encuentra en el fondo conservado en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional y publicado en la Colección de Historiadores, tomo X.

Sobre las parroquias, señala: “La tercera es la de Rapel situada sobre la costa, de un anexo y cinco viceparroquias.

En su distrito hay un lugar llamado La Estrella, donde la religión de San Agustín tiene un convento. Sobre la ribera del mar se levanta una colina, y en ella hay una cueva de piedra de 15 varas de largo, cerca de cuatro de ancho con una puerta de dos varas de ancho y poco más de largo, obra de la naturaleza y porque tiene figura de iglesia, es conocida por la Iglesia del Rosario. El Ilustrísimo señor don Alonso del Pozo y Silva, siendo obispo de este obispado, celebró en ella el santo sacrificio de la misa.

La cueva de don Claudio Gay.
En 1831, don Claudio Gay, sabio naturalista, francés, realizó una exploración a los ríos Cachapoal y Tinguiririca, desde sus hoyas, hasta su confluencia en el río Rapel, siguiendo el curso de éste río, hasta el mar y por el litoral, al sur, hasta la desembocadura del río Nilahue, en Cáhuil. El periódico de la época, El Araucano, dirigido por don Andrés Bello, publico entonces una extensa nota con las observaciones de Gay, bajo el título de Viaje Científico.

Primero a don Claudio Gay le pareció adecuado rebautizar el lugar con el nombre de La Cueva de Molina, para honrar al abate Juan Ignacio de Molina, nombre que en definitiva, no prosperó. Luego Gay dice, “La Cueva debe haber estado en otro tiempo llena de algunas sales solubles, por ejemplo, el sulfate de cal, el sulfate o carbonato de magnesio, o quizá el muriate de soda; y las aguas que filtran continuamente en ella, disolviendo estas sales, habrían formado esta gruta que en lo sucesivo llamaré Cueva de Molina. Su forma es poco más o menos redonda, abollada por todas partes, de quince a dieciocho varas de largo, y diez a doce de ancho, y abierta por una gran puerta tapizada por la escalonia de flores rojas, los mirtos, y por una infinidad de arbustos que entrelazan elegantemente el débil eccremocarpus, o el útil y delicado lardizabala.”

“De la hacienda de La Cueva me dirigí a la Navidad, atravesando campos inmensos casi Desprovistos de árboles, y aun de arbustos; y en verdad es mui sensible ver tantos terrenos casi inhabitados por la falta de bosques. Esto me empeñó a dirigir mis observaciones a la investigación de algún objeto que sea de utilidad para los habitantes de esta desgraciada comarca; este era el de encontrar algunas capas de carbón de piedra; más el país que he visitado pertenece absolutamente a los terrenos terciarios y jamás se ha encontrado este precioso fósil en terrenos semejantes, al menos yo no lo sé.

Tuve que renunciar a la esperanza de un descubrimiento igual, y buscar más bien un equivalente, es decir la lignita que se emplea en Europa en tan gran cantidad y para el mismo uso. Este terreno era en efecto la verdadera patria de esta sustancia, y su mansión predilecta…”

La cueva de Charles Darwin.
También, el ilustre hombre de ciencias, don Charles Darwin tuvo oportunidad de visitar La Cueva, el 20 de septiembre de 1834 anota en su diario personal; “Esas llanuras se hallan situadas a diferentes altitudes y están entrecortadas por amplios valles de fondo plano; estas dos circunstancias indican, como en la Patagonia, la acción del mar sobre tierras que se elevaron lentamente. Se ven profundas cavernas, abiertas sin duda alguna por las olas en acantilados perpendiculares que bordean esos valles; una de esas cavernas es célebre bajo el nombre de Cueva del Obispo; en otros tiempos servía para el culto católico.”

LA CUEVA
Uno de los lugares que ha concitado el mayor interés, en la costa de Colchagua, es sin lugar a dudas, el denominado “La Cueva”. Existen variadas interpretaciones sobre su origen y los acontecimientos que allí han sucedido, la siguiente corresponde a Santiago del Campo, se encuentra en un estudio sobre La Provincia de Colchagua, publicado en La Revista Católica en 1915.

“La Cueva de Salamanca fue el palacio real para los brujos de Colchagua y también de otras provincias. Allí celebran sus reuniones los días martes, sus verdaderas “tenidas masónicas” para recibir órdenes del gran jefe, el demonio, y concertar sus planes y sus brujerías, Esa cueva llegó a ser tan célebre que cuantos han de pasar por Hidango, en dirección a Navidad o Matanzas, miran como obligación la visita de estilo. Y así como los árabes deben ir por lo menos una vez en su vida a La Meca, los colchagüinos, miramos como obligación “patriótica” la visita a Salamanca. Será interesante escribir la historia de aquel monumento o fenómeno, con las faces por que ha pasado y el nombre de los altos personajes que la han visitado, nombres que se encuentran grabados en las toscas paredes del portal que sirve de vestíbulo”.

Sin tanto misterio, y muy lacónico, un distinguido naturalista nos entrega su impresión…

La Cueva, 34* 10` latitud.
El anterior subtítulo encabeza la relación hecha por don Rodolfo Philippi de su visita a La Cueva en 1878, está contenida en su obra, Fósiles Terciarios y Cuaternarios de Chile.
“ San Antonio de La Cueva es una hacienda de la provincia de Colchagua, que dista treinta quilómetros de la costa en linea recta, i la atraviesa el camino carretero que conduce de La Palmilla, término de un ferrocarril que arrancando de San Fernando, conduce al puerto de Matanzas (sic). La casa de la hacienda estará a 100 o más metros sobre el nivel del mar, a juzgar por mi aneróide de bolsillo.
Hai en esa localidad varias mesetas terciarias horizontales, separadas por anchos valles de erosión, formadas de una arenisca mui arcillosa, las más veces parda o gris, con declives mui separados; en uno de estos declives está la gruta que dió el nombre a la hacienda.”

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