1926: El día que llegó el tren

Antigua foto de la época, tomada a los meses después de que se inaugurara definitivamente el servicio de trenes entre San Fernando y el balneario. Aparecen pasajeros y “carrilanos” delante de la vieja locomotora a vapor.
Antigua foto de la época, tomada a los meses después de que se inaugurara definitivamente el servicio de trenes entre San Fernando y el balneario. Aparecen pasajeros y “carrilanos” delante de la vieja locomotora a vapor.
  • Una crónica de ANTONIO de PETREL

El día 5 de enero es una fecha muy importante para las efemérides locales. Tanto más el recién pasado, por cuanto hace 60 años (1926) arribaba a Pichilemu el primer tren en viaje inaugural del último tramo ferrocarrilero que une este punto con la extensa red nacional.

Tan grande logro es un hito que marca el acelerado desarrollo que se gesta en el joven balneario, gracias al impulso del tenaz empresario Agustín Ross. En su comunión de amor con esta tierra no escatimó su gran fortuna para crear la infraestructura del primer complejo turístico-hotelero del país.

Toda esta obra debía ser asequible con mayor comodidad para los pasajeros que la proporcionada por “las cabritas”, en el heróico y no menos romántico viaje desde Alcones al Puerto. Por todo esto, la figura del señor Ross no es ajena a la realización de esta magnífica obra de ingeniería, más aún su activa participación, patrocinando el estudio de una comisión de ingenieros para un trazado férreo, el uso de su gran influencia en los medios de decisión político-económico-social y prensa. Se puede decir que no dejó cabo sin atar.

Proyectos

El proyecto Ross nacía a la altura de Marchigüe en el lugar llamado Yerbas Buenas y pasando por Marchant, Peñablanca para buscar el valle de Nilahue bordeando el estero hasta Cáhuil y proseguir por el camino nuevo costanero hasta Pichilemu. Y aquel que sería en definitiva nuestro ferrocarril.

Trazados y obras

Don Eugenio Botiller (1895), don Domingo Víctor Santa María (1897), don Ramón Nieto, Ascencio Astorquiza (1900). En los estudios de trazados.

En túneles Don Eduardo Barriga, Carlos del Campo, Juan Taulis formaban la comisión de ingeniería encargada de estudiar cálculos y operaciones del terreno.

5 de enero

El estado del puente peatonal de acceso al recinto ferroviario ahorra cualquier comentario. La foto fue captada por el “PICHILEMU” el 8 de marzo, un día antes que el servicio veraniego de ferrocarriles concluyera en la temporada ’86.
El estado del puente peatonal de acceso al recinto ferroviario ahorra cualquier comentario. La foto fue captada por el “PICHILEMU” el 8 de marzo, un día antes que el servicio veraniego de ferrocarriles concluyera en la temporada ’86.

Varios de los responsables de la proyección y ejecución bajaban hoy acompañados de las autoridades de diversos pueblos del trayecto, además de algunos turistas, con gran algarabía.

Yo fui invitado a viajar en este flamante convoy tirado por una poderosa locomotora negra, ataviada de banderas y otros adornos que se agregaban en cada una de las estaciones de paso. Su intensa fumarola era rota por los vientos que cruzan Las Vegas, a la entrada del puente de fierro de un pitazo ensordecedor sumado al ruido de petardos –inédito en estos parajes– quebró el silencioso pastar de animales costinos que huían despavoridos.

A la distancia exacerbaba la fanfarria y el jolgorio de la comunidad reunida a celebrar el acontecimiento, llenos de esperanza y fe en el progreso que significaría este medio de transporte.

Entre aquellas caras se encontraban muchos obreros carrilanos, que trabajaron en los túneles, terraplenes y puentes. En sus fachas de domingo distinguí a Juan Acevedo, más allá a Lucho Galaz, también a Ramón González y tantos otros.

Orgullosos, como se mira a un hijo predilecto veían su tren bufando en la estación en el Bajo del Retamo a orillas de la laguna de Petrél, impresionante ventana al Pacífico.

Desde ahora podrían trasladarse sin tantos sacrificios a múltiples ciudades para sus diligencias. En fin, el productor agrícola, el salinero podría llevar su mercancía a los mercados del país o embarcarlos. Bien de todos.

Sesenta años después con su actividad deprimida por circunstancias que debieran ser estudiadas atentamente para superar la crisis y mantener vigente la alegría y la esperanza de la gente que hoy viene a saludar el primer tren de Petrél.

Así informó El Mercurio
Así informó El Mercurio

Antes había tres llegadas y tres salidas al día

Luis Fernando Lorca, “cortero”, de 65 años, nos contó la faceta desconocida de su oficio: acarrear equipaje de los pasajeros que llegan y salen de la estación pichilemina. LA FOTO lo muestra junto al tren a Santiago, único servicio de Ferrocarriles.
Luis Fernando Lorca, “cortero”, de 65 años, nos contó la faceta desconocida de su oficio: acarrear equipaje de los pasajeros que llegan y salen de la estación pichilemina. LA FOTO lo muestra junto al tren a Santiago, único servicio de Ferrocarriles.

Algo nos faltaba para complementar la crónica de esta página. La nota humana, vista no necesariamente por alguien que trabajó ahí, dentro de la empresa. Y ahí surgió como protagonista el nombre de un personaje: “el cortero”, en la persona de Luis Fernando Lorca Opazo.

Al pedirle nos contara de su trabajo en tiempos pasados, con nostalgia y ojos humedecidos, no dudó en hacerlo en ese momento a pesar que esperaba la llegada de los buses para ofrecer sus servicios.

Sin embargo, nos abstenimos de abusar de su buena disposición, y acordamos encontrarnos al día siguiente en la estación de ferrocarriles. Y ahí es donde efectivamente conversamos con este hombre, de 65 años, natural de Requínoa y criado en Palmilla, quien reside –dice– aproximadamente unos treinta años en Pichilemu.

Nos cuenta por ejemplo, que la llegada de pasajeros e ida de éstos, especialmente en verano, ayudándoles a “acarrear” su equipaje, constituía el oficio que le permitía parar la olla y de tomarse sus traguitos. “En los mejores días –recuerda– nos hacíamos unos mil o más pesos de ahora”. Y agrega con nostalgia y resignación: “Hoy en día no es como antes. Todo ha cambiado, la gente no da propina como antes”.

“Quince años o más, atrás, no parábamos de trabajar, ya que diariamente en verano habían tres llegadas y tres salidas de trenes. Y los días domingos se agregaba el excursionista. Estos últimos años esa actividad ha ido bajando cada vez más. Sin ir más lejos –añade– este verano tuvimos un solo tren al día y nada más que parte del verano”.

Llevándolo a otro tema, don Fernando nos cuenta que junto a los demás “corteros” debía barrer diariamente los andenes de la estación.

Los minutos avanzan y la salida del único tren a Santiago se aproxima. Los pasajeros llegan presurosos a ganar una ubicación y don Fernando, siempre solícito y respetuoso se ofrece: “le ayudo caballero”. Nosotros nos despedimos y dejamos que se gane un “cortesito” que falta que le hace”.

Nuestro personaje se aleja, cargado de bultos, siguiendo a su patrón de segundos.

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Publicado en el periódico “Pichilemu”, n° 11, 27 de marzo de 1986. Reproducido con permiso del autor.

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