El problema de la regionalización

Nuestro país, desde su independencia, se ha encontrado en un gran dilema respecto a su división político-administrativa, específicamente, la regionalización.

“¿Y qué problema hay con la regionalización?”, tal vez ustedes pensarán, pero solo hace unos meses todos veíamos por televisión cómo se movilizó la gente de la remota región de Aysén, en búsqueda de nuevas oportunidades y una mejor calidad de vida. Fue así como las movilizaciones ayseninas inspiraron a otras cuantas, como las generadas en la antofagastina ciudad de Calama, y en la denominada “Ciudad de la Eterna Primavera”, Arica, ambas con propósitos un tanto similares.

Nuestro país posee una gran extensión latitudinal, con más de cuatro mil kilómetros de costa en su territorio americano, lo cual trae sus beneficios, pero que también lleva consigo múltiples problemas, entre ellos, el dramático aislamiento que sufren las regiones más alejadas de la capital nacional, Santiago; los recursos, muchos de ellos generados en aquellas regiones, se reparten de forma paupérrima, generando una centralización tremendamente disfuncional.

Aunque el sistema de división territorial en un número de comunas, provincias y regiones se remonta solo a unos treinta años atrás, específicamente, en el año 1974, durante la dictadura del General Augusto Pinochet, el sistema usado previamente no era muy distinto, con divisiones en provincias, departamentos y comunas, las que, valga la redundancia, equivalen a las actuales regiones, provincias y comunas respectivamente. Al no rendir ningún fruto, ya que la descentralización nunca resultó, se sustituyó con la actual regionalización que, de igual forma, ha probado no ser efectiva en sus treinta y ocho años de vigencia.

En mi opinión, para subsanar este dilema, creo que solo existen dos caminos viables considerando el escenario actual. La primera solución posible sería la federalización de nuestro país. Si bien existió un intento de convertir a Chile en un país federalizado hace casi doscientos años, durante el período de nuestra historia conocido como la “Organización de la República”, la gente mayormente rechazaba el federalismo, lo que provocó que el ensayo constitucional promovido por José Miguel Infante no prosperara. Sin embargo, con el paso de los años Chile ha progresado enormemente, y un modelo federal solo traería bien al país, con el fin de volverse un país desarrollado. ¿Por qué razón? Porque de esta forma, los diferentes estados (o provincias) podrían hacerse cargo de sus recursos sin tener que esperar a que lleguen a un lugar central y que nunca más regresen, lo cual no está bien y es lo que sucede actualmente.

Por otro lado, una medida viable pero presumiblemente inefectiva con el tiempo es la realización de una nueva regionalización, pero esta vez alejando la concentración total del poder ejecutivo y judicial de Santiago, separando los poderes por región, siempre velando por el bienestar y un mejor porvenir para los chilenos.

Es hora de que de una vez por todas, los políticos “se pongan los pantalones” por el país y que acaben con la centralización.

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