A Llico

Las olas murmurantes que bañan tus riveras,
Y llegan, respetuosas, tus plantas a besar,
Las auras que te cantan, sonrientes y lijeras,
Y el sol que con sus rayos te viene a coronar;
Las brisas perfumadas que cruzan tus vergeles;
La casta y pura vida que se respira aquí;
Los campos que te cercan, cubiertos de planteles.
Y envían su tributo de frutos hacia tí….

Todo, gracioso Llico, más bello es en tu suelo,
Que en parte alguna fueron diamantes ó zaur,
Y, cual la trasparencia de tu esplendente cielo,
Augurios son brillantes de inmenso porvenir.

Yace á tus piés dormidos la mágica laguna,
Que, en su potente dorso, al mundo ha de hospedar,
Cuando del mundo todo las naves mil reúna
Y apor la Patrias arranque sus víctimas al mar.

Pues bien, cuando se cumplan las dulces esperanzas
Que en ti tienen cifradas tus hijos, con razón,
¡Oh Llico! no se vean en ti ni las mudanzas,
Ni el cambio de fortuna, que abate el corazón.

No viertan su veneno con temeraria mano,
Ni manchen tus altares, el crimen, la impiedad;
Ni el carro de la dicha de ti se esté lejano,
E impere en tus dominios la santa libertad.

No azote tus orillas el rápido aquilén,
Y este hijo que en tu seno benefico alimentas
Se duerma en él latiendo de gozo el corazón.

Julio Creso.

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