Notable Sentencia de un Juez de Carreras

Nó por el valor de la cosa disputada, ni por el deseo de comentar con el derecho del vulgar decir del «pataleo», que se acuerda al vencido, me voy á permitir relatar una sentencia de un juez de carreras, de que fui cumplido acatador.

Es el caso no sólo curioso sino agradable y divertido, por lo mismo que de propia voluntad híceme víctima por darle gusto á un amigo que de sabio alardea y de razón y buen criterio se siente hombre entero.

El y yo nos dispensamos amistad y aprecio y en nuestros ratos de ocio, gusto siempre me daba oirle disertar acerca de las pequeñeces humanas, filosofando con calor y afán inusitado sobre su tema favorito: si él fuera juez, para hacer justicia, no invocaría más ley que la de la conciencia ni otro código que el de la razón y del buen criterio.

Tanto me habló y con convicción tanta que, deseando un día poner á prueba ese sumo de buen criterio de que alardeaba mi buen amigo, me vino la ocasión al pelo y consentí con afecto y con deseo ardiente en nombrarle juez de carreras.

Y el punto quedó resuelto: se le nombró juez y mandón de una carrera; pero, siendo tantas sus facultades, él con su conocido buen sentido dijo, renuncio á ser mandón y quédome sólo como juez, y como él lo pidió, se hizo.

Y la mala suerte quiso que, cuando debióse estar á su fallo, encontrándose los caballos en las rayas, largóse á llover, y el mandón que en su reemplazo habíase nombrado, temeroso del aguacero, sin renunciar al cargo, largóse, huyendo del chaparrón, á la voz de la prudencia y en precaución de una pulmonía.

Momentos más tarde, el tiempo se afirmó y con él quiso mi amigo el juez de la carrera no perder tan brillante ocasión para producir sentencia, como hombre de razón y de criterio tantas veces por él pregonado.

Y dijo entonces, señores: ya no llueve y la carrera, que se corra, asi lo digo y lo mando yo!

Como no había mandón, por la causa señalada, yo como armador de la carrera reclaméle al respecto diciéndole que no presentaba caballo á la cancha por la sencilla razón de no tener, como queda dicho, mandón para la carrera.

Y dijo mi amigo: nones!

Yo soy el juez y mando, y si no se hace como digo: digo entonces, que Ud. ha perdido la carrera por no colocar caballo, debiendo, en consecuencia acatar mi fallo de pagar el valor de la carrera.

Y paguéle su fallo, no la carrera: pues mi deseo era probar que la razón y el buen criterio no se pagan.

Mas, me aguarda la esperanza de encontrar alguna vez la ocasión de nombrarlo nuevamente juez para que á su vez, aunque yo pierda, él mande pagar sin más leyes que su conciencia y sin más código que su criterio y la razón.

Y que en esta segunda ocasión el tendra razón, no lo dudo: si no la tuvo de cara, para que la moneda valga, la tendrá de sello.

Y hasta que el caso llegue, mi buen amigo y futuro juez de carrera.

A. Cornejo G.

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