Volver a tejer política

En tiempos donde la política parece atrapada entre la estridencia digital y el desgaste institucional, el resultado de la última campaña en el Distrito 16 dejó una señal tan clara como urgente: cuando la política vuelve a la calle, la ciudadanía responde. Y cuando los equipos se despliegan con convicción, sin improvisaciones y sin delegar la escucha a terceros, el territorio vuelve a ser el espacio donde se construye legitimidad.

El triunfo de Carolina Cucumides Calderón, no es únicamente la victoria de una persona. Es la demostración de que, incluso en una etapa donde los partidos viven cuestionamientos, la política organizada sigue teniendo sentido.

Y en ese proceso, el Partido Socialista cumplió un rol que va más allá del cálculo electoral: acompañó, otorgó identidad y método a un trabajo que ya se veía inaplazable.

Porque el PS tiene algo que no se improvisa y que pocas colectividades conservan: mística.

Una mística que nace de luchas históricas, pero que solo se mantiene viva cuando se ejerce en la práctica; cuando se baja al territorio a mirar de frente los problemas.

Esta campaña recordó precisamente eso: que las transformaciones reales no solo nacen en los comités centrales, sino también en las ferias, en los comités de vivienda, en las sedes sociales y en los barrios donde la política institucional llega tarde o simplemente no llega.

Porque si hay algo que esta campaña reactivó, fue la certeza de que la política vale la pena cuando se ejerce con convicción. Y esa convicción —en un país que parece haber olvidado el valor de la persistencia— es la que inspira a mirar nuevamente hacia la organización política como un camino posible, necesario y urgente.

Por eso, más que celebrar un triunfo electoral, esta campaña invita a algo mayor: a que el PS recupere su vocación de articulación social, de puente entre las demandas reales y las soluciones posibles; a que vuelva a habitar la calle como espacio político legítimo; a que se reencuentre con los dolores concretos de las personas, no para administrarlos, sino para enfrentarlos con organización y convicción.

Porque la mística socialista no es nostalgia: es un legado que exige continuidad.

Y en ese horizonte aparece el presidente Salvador Allende, figura discutida en Chile pero respetada en el mundo como símbolo de dignidad democrática. No es un recuerdo, es una brújula: la evidencia de que la política puede hacerse con consecuencia, decencia y coraje. Su nombre no pide homenaje, pide valentía.

La valentía de organizar, de comprometerse y de volver a creer en la política como herramienta de transformación real. Ese legado no pertenece a la nostalgia: pertenece a quienes deciden continuarlo en el territorio.

Y fue en medio de este proceso que nos hace comprender algo inevitable: la política ya no tiene espacio para los espectadores.

Los cambios se construyen desde la militancia, desde la organización y desde la articulación con la comunidad. Y cuando uno ve coherencia en el liderazgo, convicción en el equipo y un partido dispuesto a reencontrarse con su historia, el camino se vuelve evidente.

Por eso, después de años observando desde la vereda partidaria, entendí lo esencial: este es el lugar donde quiero —y donde debo— estar. No como observador, sino como parte activa de la política que viene.

IVO CASTILLO OSORIO
ADMINISTRADOR PÚBLICO
MILITANTE SOCIALISTA

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