La fiesta de la incivilidad

La recreación irresponsable de los “puntillazos” en la playa de Pichilemu durante la Semana Pichilemina es una triste demostración de la falta de civismo y respeto por el entorno público. Lo que debería ser un momento de celebración y disfrute se convierte en un espectáculo lamentable de caos y descontrol.

Es preocupante observar cómo, después de los eventos que congregan a multitudes en la plaza Arturo Prat, hordas de personas se lanzan a la playa en una orgía de drogas, alcohol, balas y fuegos artificiales. Esta conducta no solo pone en riesgo la seguridad de quienes participan en ella, sino que también daña irreparablemente el medio ambiente y la imagen de nuestra comunidad.

Es cierto que la incivilidad no es culpa de las autoridades, pero la repetida escena de la playa de Pichilemu convertida en un vertedero es un reflejo de la falta de contención por parte de quienes tienen la responsabilidad de garantizar la seguridad y el orden público. Tanto la delegación presidencial provincial, dirigida por la socialista Josefina Toro, como el alcalde de Pichilemu, también socialista, Cristian Pozo, deben asumir su responsabilidad en esta situación.

A pesar de los esfuerzos por aumentar la presencia policial durante el verano y los controles rutinarios que parecen haber reducido el número de delitos, la falta de previsión ante eventos de gran magnitud como la Semana Pichilemina sigue siendo un problema grave. La jornada de cierre de esta celebración es especialmente problemática, con un caos desenfrenado que pone en riesgo la seguridad de todos.

Es fundamental destacar el trabajo arduo de los funcionarios municipales que, cada mañana, se esfuerzan por limpiar la playa y dejarla apta para el disfrute de los turistas. Sin embargo, esto no puede ser una excusa para tolerar el desorden y la violencia que empañan la reputación de nuestra querida ciudad.

Llegó el momento de exigir responsabilidad y tomar medidas concretas para garantizar que eventos como la Semana Pichilemina se desarrollen de manera segura y respetuosa. La comunidad de Pichilemu y los turistas merecen disfrutar de sus playas sin temor a la violencia y el desorden. Es hora de actuar en consecuencia.

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