El próximo 17 de diciembre se desarrollará la segunda vuelta del comicio presidencial, en el que participarán como candidatos los representantes de Chile Vamos (ex Alianza) Sebastián Piñera y Alejandro Guillier, de la Nueva Mayoría (ex Concertación).
Ni Piñera ni Guillier fueron ganadores en la elección del domingo. El segundo repite una votación similar a la obtenida por el expresidente Eduardo Frei en 2009, cuando Marco Enríquez-Ominami se alzó con el 20% de los votos. El primero, por su parte, era dado como gran ganador por las encuestas, incluso en primera vuelta. Todo era una falsedad. Las encuestadoras y los grandes medios de comunicación, instrumentos para la difusión de estos sondeos dirigidos a la manipulación de la opinión pública, tienen una gran responsabilidad: son los culpables de la abstención y, por otra parte, la minimización de una nueva fuerza.
Esta nueva fuerza de que hablamos, el Frente Amplio, ha traido nuevos aires a la política chilena. Con el entusiasmo de la juventud y el deseo de transformar Chile en un país más justo, lograron que la ciudadanía escuchara su voz, contra todos los pronósticos negativos, dándoles una importante representación en el Congreso y aunque no pasaron a segunda vuelta, sin duda fueron ganadores. Pero al contrario de lo que querría la Nueva Mayoría, el Frente Amplio no co-gobernará con ellos en caso de una victoria de Guillier: sería una traición a sus propios votantes que buscan la renovación de la política chilena.
Tanto Alejandro Guillier como Sebastián Piñera son continuistas. Ambos son representantes de los mismos conglomerados que han gobernado Chile durante casi tres décadas, con la premisa de que la alegría estaría por venir y que habría un cambio. Nada de eso llegó, los cambios nunca llegaron. Los pobres y la clase media han debido soportar largas décadas de padecimiento, con ciertas “pildoritas” que nada arreglan.
El gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, hay que reconocer, ha dado ciertos avances en lo social. Aunque tibias, sus reformas tributaria, laboral y educacional al menos ahora garantizarán algunos aspectos mínimos. Muchos jóvenes ya no deberán pagar aranceles para poder estudiar una carrera técnica o superior, por ejemplo. Pero aún falta mucho. Alejandro Guillier, incluso siendo un candidato mediocre y poco entusiasta, no retrocederá en aquello. Al contrario, ha prometido seguir profundizando dichas transformaciones.
La campaña de Sebastián Piñera, en tanto, representa todo lo contrario. Considera que la educación es “un bien de consumo”, asegura e intenta convencer que una economía en crecimiento es lo único que “puede salvar a Chile del caos provocado por la Nueva Mayoría”. Piñera anuncia “tiempos mejores” y al mismo tiempo, desde su burbuja (muy lejano de las necesidades de la gente), intenta junto a sus simpatizantes difundir un mensaje de terror sobre los proyectos de izquierda y centro-izquierda. No, Chile no será una nueva Venezuela, ni una nueva Cuba, ni una nueva Norcorea si es electo Guillier. La economía no detendrá su crecimiento y seguirá habiendo trabajo, al contrario de lo que él y sus simpatizantes dicen. Piñera, con numerosos miembros de su gabinete formalizados e investigados en el marco de distintos casos de corrupción, definitivamente no es el mesías. Guillier tampoco lo es, pero es el mal menor.
Nuestro deber es votar. El próximo 17 de diciembre, cualquiera sea su preferencia, vaya a votar. De lo contrario, no tendrá derecho a reclamo.
Diego Grez Cañete
Director