Cien años de “El Marino”: revisa los artículos más importantes del histórico periódico de Pichilemu

Ayer cumplió un siglo el diario “El Marino”, fundado el 14 de enero de 1917 por Augusto Ramírez Olivares, editor sanfernandino de otros periódicos como “La Unión” de Santa Cruz (1900-1905) y “La Provincia” de San Fernando (1903-1916). Ramírez volvió a dirigir un periódico en Pichilemu tras el fracaso de “El Puerto” en el verano de 1908.

Durante su publicación, “El Marino” buscó convencer a las autoridades de dotar de agua potable a la comuna de Pichilemu, sugiriendo que fuera extraída desde la laguna del Perro.

También documentó, en su sección de vida social, las visitas de importantes personajes nacionales; entre ellos, el médico Carlos Charlín Correa, quien se convertiría en rector de la Universidad de Chile en 1927. Además, se publicó sobre los planes del presidente Juan Luis Sanfuentes de visitar Pichilemu.

“Muy bien recibida ha sido la hojita diaria que por la temporada veraniega saldrá a luz en el balneario [de] Pichilemu”, escribía a fines de enero de 1917 el periódico “La Palabra” de San Fernando. Agregan: “Sus informaciones sociales, sus artículos, su buena presentación tipográfica, le han merecido sinceras felicitaciones”.

A pesar de su gran popularidad y apoyo brindado a través del avisaje, “El Marino” dejó de publicarse el 15 de marzo de aquel año. “Llevamos la satisfacción de haber obtenido un resultado superior a nuestras aspiraciones. Pero Pichilemu necesita que la campaña en pro del agua potable se continúe”, escribió Ramírez al despedir “El Marino”, previniendo que su trabajo continuaría en el periódico “La Provincia” de San Fernando, el que publicaba desde 1903.

Asimismo, anunció su retorno durante la temporada veraniega de 1918. “Terminamos enviándoles a los favorecedores de este diarito nuestra profunda gratitud”, finalizó diciendo en su artículo “Fin de la jornada”.

A continuación, recordaremos algunos de los artículos más relevantes publicados por “El Marino” durante el verano de 1917:

Nuestra primera palabra, 14 de enero de 1917

Presentamos hoy esta pequeña hoja periodística, con la pretensión de llenar una necesidad local de temporada.

El balneario de Pichilemu necesita ya de un boletín que sirva de lazo de unión del pensamiento entre los veraneantes que favorecen con su presencia esta playa. El Marino cree cumplir una aspiración generalmente sentida al salir a luz aquí donde sería aventurado suponer siquiera la existencia de un taller tipográfico.

El Marino es editado en talleres propios en la misma localidad. Verdad que esta hoja es de modestísima presentación; pero es grande el ideal que viene a servir y cree contar con la protección de chicos y grandes para llevar a feliz término el propósito de comodidad informativa en los hechos de carácter local.

Vaya, pues, un respetuoso saludo y nuestros fervientes votos de prosperidad para todas y cada una de las personas que lean esta hoja.

Agustín Ross y amistades, frente al Gran Hotel Pichilemu, circa 1910.

Pichilemu, 14 de enero de 1917

Seríamos injustos si al iniciar nuestras tareas periodísticas no tuviéramos un espacio reservado para demostrar lo que Pichilemu le debe al más entusiasta y emprendedor de sus vecinos, a don Evaristo S. Merino C., que desde hace 17 años trabaja tesoneramente aquí por convertir en un Edén lo que antes era apenas un estuario desierto y sin valor alguno.

¿Quién no conoció al viejo San Antonio de Petrel, que era escasamente un feudo señorial, con un mal muelle de embarque para los productos de un solo señor?

Aquí, donde rara vez llegaban algunos turistas deseosos de hallar descanso para las fatigas del alma, vino el señor Merino, animado del propósito de ofrecerles comodidad y confort a los veraneantes y su mente creadora ideó la transformación de los áridos llanos en benéficas selvas y el abandonado estuario en el más hermoso balneario americano.

Pero el señor Merino no ha dicho aún Vini, Vidi, Vinci; él vino, vio, pero aún no ha vencido, porque sigue luchando para terminar su colosal obra cuando haya creado mayores grandezas para esta naciente población que tantos beneficios le debe.

Adivino que muchos nos acusarán de injustos por no habernos referido también a otras personas a las cuales Pichilemu les debe gran parte de sus adelantos; pero no es posible hacerlo de una vez, en las estrechas columnas de tan pequeño órgano de publicidad. Ya les llegará su turno.

ARMANDO CARRERA.

Agua potable para Pichilemu, 21 de enero de 1917

El señor Intendente de la provincia nos ha enviado la siguiente comunicación:

«Alberto Díaz Lira saluda al señor Director de El Marino y le envía una copia de la nota que sobre la instalación del Agua Potable de Pichilemu pasó al Ministerio del Interior. Le será grato, además, atender todo lo que tienda al progreso de ese puerto.

Intendencia de Colchagua. San Fernando, 16 de Enero de 1917.»

La nota del señor Intendente es la que sigue:

Intendencia de Colchagua San Fernando, 13 de Enero de 1917.—A pedido de algunos vecinos de Pichilemu hice una visita a las instalaciones de agua potable que hace varios años hizo el Supremo Gobierno en ese puerto.

La Instalación consta: 1.° de una bomba que extrae el agua de un pozo; 2.° de un motor o caldero a vapor que le da movimiento, encerrado en una casucha de madera; 3.° de una torre metálica que se sostiene un estanque de madera; y 4.° de la cañería de salida de más o menos trescientos metros.

Toda esta instalación está en un completo estado de abandono y sin uso desde hace varios años. A la bomba y motor le han extraído varias piezas; en la base de la torre, que está ubicada en un sitio particular, han hecho un horno para pan; la tina del estanque tiene las duelas separadas por la acción del calor; la cañería no se sabe en qué estado se encuentra por estar enterrada. Me dicen, además, que el agua del pozo era de mala calidad, motivo por el cual se abandonó.

He encontrado en el archivo de esta Intendencia un proyecto de nueva instalación que no se llevó a cabo, ignoro por qué causas. En este proyecto, como factor importante, se arbitra la hechura de un nuevo pozo; agregar al motor molinos de viento y la construcción de un gran estanque sobre el nivel del suelo.

Como el progreso del puerto de Pichilemu exige la atención del Supremo Gobierno en este ramo del servicio público, que los habitantes reclaman con entera justicia y para no perder totalmente lo gastado en las instalaciones hechas, pongo en conocimiento de US. estos hechos a fin de que se sirva disponer que la Inspección de Agua Potable estudie la forma en que podría aprovecharse los elementos existentes.

El infrascrito cree que se puede trasladar la bomba y motor a un pozo que la Municipalidad ha hecho abrir en las vecindades del actual y que tiene agua de buena calidad y abundante. Del mismo modo, puede trasladarse la torre y estanque a un sitio fiscal o municipal. Con estos trabajos y el aumento de las cañerías podría quedar, sin gran costo, dotado de servicio de agua potable el puerto de Pichilemu.

La Inspección podría designar a alguno de sus empleados estudie estas ideas a fin de realizar su ejecución.

Dios guíe a US.

Alberto Díaz Lira

Al señor Ministro del Interior.

El bebedero de Ortúzar se ubicaba junto a la calle Ángel Gaete. Conocido por la insalubridad de sus aguas. A pesar de esto, muchos la consumían.

Agua potable, 23 de enero de 1917

La población de Pichilemu necesita ya de más atención de parte de los poderes públicos. Es este un pueblo de mucho porvenir; el número de habitantes de la parte urbana es bastante crecido y es necesario atender a sus más indispensables necesidades para la vida.

El agua para la bebida es aquí de muy mala clase, y sin embargo es relativamente fácil obtener agua potable abundante, de buena clase y a poco costo. Nos referimos a la facilidad de construir, hacia el sur-este del pueblo, un tranque de captación para las aguas invernales y de vertientes subterráneas que bastarían con exceso para las necesidades locales.

El señor Intendente, que ha manifestado su buena voluntad para servir a Pichilemu, tiene en su mano los medios de hacerlo. Puede comisionar al ingeniero de provincia para que haga aquí, en el terreno, el estudio de las obras que indicamos.

La noria municipal es lo mejor de lo malo que existe en la localidad; pero el agua que contiene está muy lejos de ser buena. Es necesario mejorar sus condiciones.

Punta de Lobos, en los años 1970.

Junto al mar, 18 y 20 de febrero de 1917

En la preciosa mañana del 23 de enero de 191…, y por iniciativa de un distinguido amigo, caballero bonachón y entusiasta, formamos una caravana de diez jinetes con sus correspondientes aparejos de pesca y salimos de excursión a la bella Isla de los Lobos.

El mar estaba encantador: varias bandadas de aves marinas revoloteaban en lontananza banqueteándose en un cardumen de peces que chisporroteaban en la superficie. Algunos lobos subían y se zambullían, alternativamente, mientras que otros tal vez con sus estómagos repletos del festín, nadaban pausadamente en dirección de la isla de Topocalma, famosa residencia de la familia lobina.

Ya en marcha y al enfrentar el Gran Hotel, nos detuvieron un sacerdote y una señora anciana, los que dirigiéndose al caballero bonachón nos dejaron oír el siguiente diálogo:

Díganos, don José, ¿con qué ceca Ud. el anzuelo?

Con carne de jibia, contestó el interlocutor. ¿Y si no tiene jibia? Con pana de vieja; y la señora frunció el entrecejo. En este momento se metió en la conversación un taguatagüino rechoncho con cara de congrio colorado y algunos grados de alcohol en la cabeza, quien con aire socarrón y en son de burla se dirigió a otro de la caravana, preguntándole: «Dígame… don… Juan, ¿qué… es… lo… que… pes… can… con estas… picanas…?». Nuestro amigo que estaba muy nervioso por el atraso, contestó en el acto: Nosotros pescamos peje-curas, viejas y borrachos. Excusado nos es decir que los preguntones se marcharon en el acto con sus caras agrias, particularmente el huaso que yendo por lana salió trasquilado.

Don Juan y sus compañeros salieron satisfechos; por fortuna, la respuesta no fue ofensiva por ser verídicos los nombres de los peces nombrados.

Siguiendo nuestro viaje admirando las bellezas naturales de la costa, el amigo don José lanzó su anzuelo en las preciosas rocas del Infiernillo, luciendo sus dotes de gran pescador con cinco hermosos rollizos que pescó en pocos minutos y que nos sirvieron para mandar preparar un suculento caldillo a la chilena.

Por fin llegamos a la renombrada región Punta de los Lobos, e inmediatamente de abandonar nuestras cabalgaduras nos dirigimos a la orilla y quedamos admirando las preciosas maravillas que encierra: ¡Barrancos profundos! ¡y peñas acantiladas! En las que se estrellan con furor enormes montañas de agua y espuma.

Al lado norte divisamos dos islotes gigantes, y en sus cimas jugueteaban algunas gaviotas que con sus agudos graznidos hacían poética y bella la estancia.

Mientras que mis compañeros pescaban me puse a contemplar las encrespadas olas del océano que Balvoa bautizó con el nombre de Mar del S. o Pacífico, al rozar con sus cuerpos las mansas aguas, allá en las regiones tropicales de Colombia; más, al llegar a mi mente los tristes recuerdos de los terribles dramas acaecidos en sus inmensas ondas, pienso en la gran equivocación que sufrió el descubridor en bautizarle con el nombre que lleva. Aunque de mi parte perdono al citado descubridor, y debe ser perdonado por todo el orbe porque aún no conocía la región austral, muy distinta, por cierto, de aquellas latitudes.

¡Oh! Rey de los mares, te admiro por tus grandezas, más no admito que te llamen Pacífico.

Yo te hubiera bautizado ¡feroz!, porque en cada puerto, playas y caletas que posees, continuamente aparecen vestigios de tu ferocidad, en partes increíbles que en siglos atrás bañabas con tus aguas.

Ya mi cerebro se extasiaba con estos pensamientos cuando llamaron a saborear un bien aderezado almuerzo que supo a gloria; y así transcurrieron las horas felices hasta que el astro rey desapareciendo en el horizonte nos invitaba a retirarnos.

La vuelta fue feliz. Regresamos en amena charla por toda la orilla, comentando algunos los percances de la pesca, que fue abundante, y entusiasmados por el éxito se pensó en formar una sociedad pesquera si algún día no lejano el Supremo Gobierno construye el puerto ya proyectado.

Marichu.

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