Por la corrupción o el progreso

Es totalmente repudiable la forma en la que actúan ciertos personajes públicos de la comuna de Pichilemu. Es la mala clase “política” local que no ha evolucionado nada desde hace varias décadas; en los años 1960, las sesiones municipales eran verdaderos espectáculos, a los que los pichileminos concurrían para presenciar cómo iban y venían los puños, sumándose al hecho de que varios regidores de entonces tuvieron que enfrentar cargos ante la justicia, hasta el punto de quedar encarcelado más de alguno. Pero como dicen, por ahí, algunos sabios, la historia es cíclica, y por ello, los escándalos siguen a flor de piel.

Hay una serie de “politiquillos” que pretenden llegar al poder comunal, para —además de incrementar su egolatría—, de una u otra forma, “vengarse” de sus eternos contrincantes, aplastarlos, y quizás hasta borrarlos del mapa. Por una parte, detrás de unos micrófonos, sobándole el lomo a todo el mundo, todas las mañanas, hay quienes buscan mostrarse angelicalmente, como si la gente hubiera olvidado todo lo acontecido en la década pasada; pero detrás de esa faceta angelical, de Sor Teresa de Calcuta, de Padre Hurtado, que pretenden enseñar a sus auditores, existen personas rencorosas, verdaderas arpías dispuestas a todo para lograr sus fines malvados. Otros aparecidos, luego de un noticiario radial, salen hablando estupideces, insinuando gran apoyo hacia sus personas —aunque nadie los ha visto ni en pelea de perros—, haciéndose pasar por salvadores del mundo (…). “Que esto está malo”, “que esto”, “que lo otro”. Pero no aportan constructivamente, sólo critican, y critican, y critican. A esos personajes, estimados lectores, hay que exiliarlos definitivamente del panorama pichilemino. A sus malos pensamientos hay que depositarlos en un contenedor de madera y prenderles fuego hasta “el siglo 22”.

Por ahí, donde el diablo perdió el poncho —quién sabe por qué vive tan escondido cierto personaje…—, surgió el rumor de que nuestro medio de comunicación habría perdido su independencia. Esas maquiavélicas acciones no nos atemorizan, nos alientan a seguir adelante brindándole a Pichilemu un medio serio, que diga la verdad, que no calle, que no se guíe por intereses económicos o políticos, como otros sí lo hacen. Este medio siempre apoyará lo que es justo para la comunidad, independiente de quién esté gobernando.

Usted, estimado lector, puede estar de acuerdo o no con la administración actual, pero es innegable el avance que se ha logrado para Pichilemu en sólo cinco años. Está bien, nada es perfecto en esta vida; al fin y al cabo, “errar es humano”. Pero, le dejamos la siguiente inquietud: ¿seguimos con el progreso o volvemos a la corrupción y la desconfianza?

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