LOS CHILENOS SERÁN “EL PEOR CUCHILLO” PARA LOS TRABAJADORES DEL MINERAL “ESCONDIDA” EN LA HUELGA LEG

LOS CHILENOS SERÁN “EL PEOR CUCHILLO” PARA LOS TRABAJADORES DEL MINERAL “ESCONDIDA” EN LA HUELGA LEGAL QUE PARTIÓ HOY

Desde hace un mes –más o menos- se veía que las negociaciones por mejoras salariales en la mina Escondida –la mayor mina privada de cobre en el país- no iban a fructificar y, finalmente, los trabajadores votaron ir a la huelga.
Una batalla que no será fácil, sobretodo si están los ejecutivos chilenos como contraparte. Y un hecho decidor es el anunciado “rompimiento” de la huelga con la contratación de obreros ajenos a las faenas habituales.
Pero aparte de este “truquito” puede suceder cualquier cosa, porque es sabido que EL PEOR CUCHILLO DE LOS TRABAJADORES SON LOS EJECUTIVOS CHILENOS”.
Así es, así ha sido por siglos y así seguirá ocurriendo. ¿Alguién tiene alguna duda?
Veamos la historia laboral de este mineral, cuando apenas estaba en fase de exploración y estudios. La primera pelea que se dio en la ESCONDIDA fue por las “horas extras”.
Cuando se reclamaba, los Jefes chilenos decían: “Tranquilo cabros, en lugar de ello viene el BONO a fin de mes”. Pero a la hora del pago, mes a mes, año a año, el BONO nunca llegó.

HISTORIA
El mineral de cobre –aparte de otros metales como el manganeso, oro, plata, que se va en el “concentrado”- descubierto en la primera quincena de Marzo del año 1981, tuvo sus primeras escaramusas por reivindicasiones salariales, en el curso de 1983, a raíz de las extensas jornadas de trabajo –pese a que los respectivos contratos señalaban una jornada de 8 horas- cada día; llegándose en algunos días a 10, 12, 14 y más horas cuando había que preparar Informes a las comitivas de altos ejecutivos canadienses de la empresa UTAH INC., la propietaria original del yacimiento descubierto.
“pichilemunews” fue testigo directo de aquello, puesto que trabajó desde el 1° de Octubre del año 1981 hasta el 28 de Diciembre de 1983.
En los primeros meses de 1983 el clamor por el pago de HORAS EXTRAS fue, cada vez más notorio, a tal punto que la empresa envió a su gerente de Recursos Humanos a escuchar a sus trabajadores –administrativos, dibujantes técnicos, muestreros (obreros de terreno)- por las demandas que ya eran “vox populi”.
El gerente escuchó atentamente y tras ello, anunció que la empresa estaba estudiando el sistema de pago de horas extras. Y a todos los trabajadores “que crean que la empresa les debe por ese concepto, les recomiendo que lleven por escrito sus demandas a la oficina de Antofagasta, en sus días de descando. Ahí se les dará una solución”.
Más del 90% de los trabajadores sacaron sus cuentas de horas extras acumuladas. La mayoría de los trabajadores, de acuerdo al valor de aquella época, tenían sumas de dinero nada de despreciable. Los cifras más modestas alcanzaban a un promedio de 500 mil pesos (año 1983), en tanto las cifras mayores sobrepasaban el millón de pesos.
Aunque los sueldos de los “cookies” (cocineros y ayudantes) eran un poco más bajos, eran los que detentaban las cifras más altas, por cuanto, DEBÍAN TRABAJAR DIARIAMENTE JORNADAS de 10 y 12 horas a lo menos.
De todos los trabajadores que reclamaron esas horas extras impagas, quedaron 10 trabajadores que no firmaron la “propuesta de la empresa”. Sencillamente el valor ofrecido por la empresa, independiente de la cifra adeudada, era IRRISORIO.
Firmar un Finiquito para “arreglar las horas extras”, significaba renunciar a ellas en el futuro, declarando que la empresa NO ADEUDABA ninguna cifra, por ningún concepto. Pues bien, diez trabajadores no estuvieron dispuestos a humillarse; pero ello –a su vez- tuvo como resultado quedar en Lista Negra.
Todos los demás trabajadores firmaron por “las cuatro chauchas” que les ofreció la empresa.
En tanto, los diez rebeldes demandaron a la empresa UTAH INC. Para ello se contrató a un abogado que “cobraría sus honorarios siempre y cuando se ganara la demanda”.
Fuimos a un Comparendo entre los demandantes y ejecutivos de la empresa. Pero cuando llegamos al Tribunal, no había ningún ejecutivo de la empresa y su abogado, tampoco. No obstante, si llevaron a “trabajadores que sí habían firmado y recibido las cuatro chauchas”.
Finalmente el comparendo no se concretó. Y quedó fijado un nuevo comparendo que nunca se produjo.
Estando nueve trabajadores –de un total de 10 trabajadores demandantes- en terreno, trabajando, mientras el faltante estaba con descando, el 28 de Diciembre de 2003 el Jefe del Campamento de Escondida, nos avisó que tras la jornada de la mañana, debíamos prepararnos para bajar después de almuerzo porque el abogado los necesitaba a las 18 horas en sus oficinas.
A las 14 horas los nueve trabajadores bajamos en un Car All, incluido el chofer que también era uno de los demandantes.
Minutos antes de las 18 horas, tras sacudirnos de la “chusca” y quedar más presentables entramos a la oficina de nuestro abogado; quien nos recibió con esta frase: “Hace poco más de 10 minutos que me acaban de informar de la Empresa Minera que ustedes iban a llegar aquí como a las 18 horas. Y que, desde ese momento los diez demandantes ESTÁN DESPEDIDOS”.
Y siguió: “Así las cosas, tienen dos alternativas: Firman el Finiquito por el sueldo del mes, vacaciones proporcionales, aguinaldo de fin de año, más un porcentaje X por arreglar el conflicto judicial. O, caso contrario, no firman y no cobran nada hasta que el Juicio termine; pero les advierto que éste puede durar años. Yo les recomiendo firmar por lo que ofrece la empresa”, nos señaló nuestro abogado.
Tardaron varios segundos en que uno de nosotros sacara el habla. La verdad es que habíamos recibido un MASAZO, donde los más afectados –en caso de optar por seguir el Juicio- eramos los sureños que eran mayoría.
Seguir el Juicio significaba –tal como lo había señalado el abogado- no cobrar nada hasta el término del Juicio. Era fin de mes, además víspera de Año Nuevo, en que todos tenían planificado viajar para estar con sus respectivas familias.
Por cada uno –en segundos, que se hacían eternos- nos cruzaban miles de cosas por la cabeza, aparte de la impotencia por la actitud de la empresa.
Tras cruzar algunas ideas, la mayoría –desmoronados anímicamente- estuvo de acuerdo en firmar. Y los que disentían, tuvieron que allanarse ante esa solución y el negro panorama que se presentaba de no hacerlo.
Con ese acuerdo, el abogado empezó a sacar las cuentas de cada uno y llegó a la siguiente conclusión: “Ya, a tí te corresponde tanto por esto, tanto por esto otro, total XX, y deducidos mis honorarios, te queda …..”
El abogado no terminó de hablar y todos expresamos: “De qué honorarios está hablando, si NO GANAMOS EL JUICIO. Acuérdese de que usted mismo dijo que cobraba si ganábamos el Juicio”.
“Un momento”, dijo el abogado, y prosiguió: “Si no quieren firmar, llamo inmediatamente a la empresa y les digo que no aceptan firmar el Finiquito y se atienen a las consecuencias de un …..”
El nuevo masazo, ahora del abogado, nos dejó más indignados; pero finalmente, ante el pésimo escenario, debimos firmar en las condiciones señaladas.
Años después, con el advenimiento de la democracia, ese abogado fue nombrado Gobernador. Un premio de la democracia que estaba volviendo con Aylwin a la cabeza, secundado por las eminencias de la justicia social.
Algo más, para recordar a ese profesional. En el curso de 1984, me correspondió ir a las oficinas -en Santiago- a solicitar un papel para poder tener derecho a cobrar Cesantía en una caja de compensación a la que estábamos afiliados.
Me identifico y refiero el motivo de mi visita ante la secretaria que me atiende y me dice: “Espere un momento”.
No pasan muchos minutos y sale e
l Gerente de Recursos Humanos blandiendo una cassette en su mano, al tiempo que dice: “Así que tú eres Washington Saldías, el que le grabó una conversación al gringo Pat Burns. Ah?”.
No esperó respuesta, pues acto seguido me señaló: “Ni disfrazado de cura vas a entrar algún día a ESCONDIDA”.
“Señorita, hágale el documento a este señor …” y se devolvió a su oficina.

El famoso “cassette” correspondía a una copia que los diez trabajadores demandantes le habíamos entregado a nuestro abogado. Era nuestra “carta bajo la manga”, donde el Jefe del Campamento RECONOCÍA efectivamente las horas extras reclamadas por los trabajadores, aparte de otras consideraciones que avalaban nuestras demandas.
¿Qué ocurrió con esa copia? ¿Se le perdió a nuestro abogado?
Las conclusiones sáquenlas ustedes mismos, amigos cibernautas, amigos lectores.
Creo que por ahí, aún está el original de ese cassette.

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