¿Vinieron menos turistas en el verano 2018 a Pichilemu? Análisis, críticas, comentarios, sugerencias

Sobre esta premisa, repetida hasta la saciedad en el diario vivir pichilemino (que no por repetida puede ser cierta), nos dispondremos a desenrollar esta madeja bien enredada de cada año, de cada verano.

En primer lugar, ¿quién soy yo para responder a esta interrogante? Pues nadie, ¿entonces? Al menos soy un nadie con amigos y “mejor tener amigos que plata”. Siendo así, conozco a una barista que trabaja en uno de los distinguidos cafés ubicados frente a “la Copec”, a una tierna señora dueña de un local de artesanías en plena avenida Aníbal Pinto, a una barwoman de la discoteca más popular de “la calle de la iglesia”, a un simpático cajero de uno de los supermercados céntricos de la ciudad, a un afamado vendedor callejero de empanadas, a un vecino salvavidas de la playa principal y a más de una docena de trabajadores de la construcción. Todos estos, pichileminos o no, están presentes en este periodo estival desde siempre, por lo que me pueden ayudar a dilucidar la interrogante que da vida a este análisis.

Teniendo a este grupo variopinto de sensaciones y opiniones, pensé en un cuestionario sencillo de cuatro preguntas, para que cada uno responda en comparación a otros años, en una conversación recíproca y no en un interrogatorio. Entre conversa y conversa: ¿Vino menos gente este verano? En la afirmativa: ¿Cómo pudo advertir esto de manera objetiva? Por ejemplo, ¿disminuyeron sus ingresos? En la afirmativa, ¿en qué  porcentaje disminuyeron sus ingresos? ¿Cuál cree que es la causa de que haya venido menos gente este verano?

En la afirmativa de la pregunta estructural y por consiguiente de las restantes, vamos a ahondar en los por qué del problema, ¿el “mal” tiempo? ¿Los arriendos muy caros? ¿Poca demanda? ¿Mala economía en general del país?

Empiezo a escribir a principios de marzo, el ánimo en general de las personas con las que comparto es negativo, la temporada fuerte se fue, ¡que vino menos gente! Siento que se respira en el ambiente. En la radio los dueños de cabañas y comerciantes en general para variar se quejan y se quejan “¡Que vino menos gente! ¡Que en enero no vino nadie! ¡Apenas salvaban los fines de semana! ¡Febrero algo mejoró! ¡Pero estuvo maaalooooooooooooooooooooooooo!”

Vamos por parte, de los siete amigos o conocidos recién mencionados, todos, sí, todos, sostuvieron que “sí, vino menos gente este verano”. Ahora bien, de este grupo de personas vamos a hacer una gran distinción. Primeramente distingo a los que se desempeñan preferentemente en verano y sus ingresos se sustentan en base a la cantidad de turistas que nos visitan en esta temporada. Aquí vamos a ver qué rubros dentro de la ciudad tenemos cubiertos. Tenemos cubierto al rubro de los alimentos en el café y las empanadas, al comercio en general en la artesanía y en el supermercado, y a la entretención nocturna en la discoteca. Por otro lado, dejaremos para un análisis posterior, las opiniones del vecino salvavidas y de los compañeros de la construcción, ya que el primero recibe un sueldo fijo sin importar la cantidad de bañistas que repletan las playas, y los segundos ganan su sueldo “al día” o “a trato” dependiendo de la cantidad de obras que se realicen en la ciudad, lo que por supuesto está íntimamente ligado con la actividad turística, pero no directamente con sus ingresos, porque en su mayoría las obras empiezan a construirse ex-ante de la temporada de verano, por allá por noviembre, diciembre, aprovechando el buen tiempo, por lo que una baja en el turismo de este verano recién pasado, atraería recién a finales de este año 2018, consecuencias negativas en la construcción.

De la primera distinción que es la que más nos incumbe, tanto en las ventas de café y sus consiguientes propinas, como en la venta de empanadas, artesanías y, en general del supermercado, como así en la concurrencia a la discoteca, todos (a excepción del cajero y la barwoman que sus ingresos son fijos) sostienen que lógicamente al venir menos gente, disminuyeron sus ingresos, ¿en qué porcentaje? Las respuestas rondaron en un bajón de entre un 20 a un 40% (los más, a mi gusto, exagerados). Distinta es la opinión de la barista del café del centro, ella sí sostuvo que vino menos gente, pero en contraposición, sus ingresos aumentaron en torno a un 15%.

Lo cierto es que en un principio quería ir más allá con este análisis. Tenía pensado ir a la Municipalidad, Carabineros, Hospital, Bomberos, PDI, Fiscalía, etc, etc. Hasta recurrir a la ley de trasparencia se me pasó por la mente si es que por la buena disposición, los jefazos de estas instituciones no me respondían mi humilde, pero a la vez concienzudo cuestionario. Además claro, solicitar datos duros que me permitieran darle cifras concretas a la voz popular. Pero, el tiempo no me alcanzó y hasta que no consiga un auspicio (que en lo preferible, vuelvo a repetir como lo hice en mi primer trabajo al respecto de Pichilemu, espero sea de algún local de comida, también reitero que no soy mañoso y como básicamente de todo, menos habas) no puedo invertir tanto tiempo en estos escritos, que me llenan el alma, pero no tanto las tripas.

Vamos a ver el segundo grupo que distinguimos, aquí me encuentro con que mi vecino salvavidas también cree y pudo advertir en sus jornadas en la playa principal “que vino menos gente este verano, vecino”. De ingresos como ya dijimos, no aporta más al respecto al recibir un sueldo fijo por temporada. Sí aporta mucho, junto con el cajero del supermercado y la barwoman, en el tipo de turista que nos visita en verano, lo cual es un gran tema que intentaremos abordar (brevemente, majadero: por el tema de no tener auspicio para escribir) a la hora de hablar de los por qué de nuestra pregunta base.

Finalmente, los compañeros de la construcción coinciden con él y con todos: “vino menos gente este verano, ganchito”.

¿Por qué vino menos gente este verano a Pichilemu?

Principios de marzo coincide con varios días de garúas intensas, que inofensivas a simple vista pero persistentes como ellas solas, chita que son mojadoras. Por tanto, un factor importante a analizar es el tiempo en la ciudad. Diciembre fue el mejor mes en cuanto al sol, enero decayó en general con varios días nublados, febrero mantuvo la tónica de más días cubiertos que despejados, con algunos días excepcionales de calor intenso, pero con nuestro inseparable viento catatónico presente apenas se esfumaban las nubes. Esto, el tiempo, ¿es un factor importante? Quiero decir, ¿acaso no ha sido siempre así el clima de Pichilemu? Sí, el mismo que nos enseñaron en el colegio, porque sépalo, el clima no cambia, lo que cambia es el tiempo, ¿y acaso días nublados y sol con viento fuerte no ha sido siempre el tiempo en verano en Pichilemu? Por otro lado, ¿algún turista puede verse sorprendido de los días nublados o del viento de Pichilemu? Yo sostengo que no y aventurándome en un juicio más allá, diría que “los turistas vírgenes”, es decir, los que vienen por primera vez a la ciudad, ¿qué porcentaje representaran del 100%? Yo creo que un mínimo, descontando a los “mulatos” (turistas con casa permanente en la ciudad desde hace décadas, una especie de mezcla entre “localazos” y “gente de afuera”). Dejando para este análisis solo a los turistas propiamente tales, que arriendan cabañas por un par de días o a lo sumo semanas, ¿cuántos serán vírgenes? Es decir, que vienen por primera vez. Yo creo que el mínimo o muy pocos, ya que éstos, en su mayoría son turistas que han venido varias veces a veranear acá. Siendo así, la pregunta cabe de cajón: Alguno de estos turistas (que arriendan cabañas por días), que por consiguiente les gusta y prefieren Pichilemu antes que otras localidades, ¿dejarían de venir a vacacionar a la ciudad por las inclemencias del tiempo? Me parece absolutamente que la respuesta es no. Descartado el asunto tiempo, en conclusión: el tiempo no influyó de manera sustancial en la baja de turistas”. Pero la pregunta queda ahí, solo que formulada de otra forma: ¿Qué hizo que los turistas no vinieran a Pichilemu y prefirieran otros balnearios? Porque el tiempo no fue.

En este segundo periodo de Bachelet, el escondite de capitales y la baja del precio del cobre, han repercutido en una lógica baja general en la economía del país, lo cual ha sido a todas luces efectivo en estos años. ¿Influye esta baja en la disminución de los turistas en Pichilemu? No, la gente sale igual, la gente se endeuda igual, la gente se regala igual (largo y tendido podríamos hablar del consumismo en Navidad, pero no). Un porcentaje de familias deben ajustarse el cinturón y quizás no tener las mismas vacaciones que en época de vacas gordas. Siendo así, las familias (ojo con este tipo de turistas: “las familias”) vienen, pero gastan ostensiblemente menos, lo que se traduce en arriendos de cabañas por menos días, más cocinar en ella que comprar comida fuera, menos entretención fuera, más cartas, ludo y dominó, menos paseos a sectores rurales y más solo ir a la playa más cercana, etc. Aquí el factor de la baja en la economía en general del país se torna de vital importancia.

Porque a decir verdad, bajo la mirada de un ciudadano a pie, dueño de un quiltro adoptado, una bicicleta de fierro y una máquina de escribir digital, las calles y playas se veían llenas de turistas, repletas de gente. Al parecer, las aglomeraciones engañan, ya que mi cuestionario desmiente que lleno de gente sea sinónimo de lleno de gente gastando dinero. Aquí surge una pregunta ya mencionada (pucha el artículo lleno de preguntas se dirá usted), ¿qué tipo de turistas vienen a Pichilemu? La volveremos a dejar para más adelante, solo adelantaremos que los turistas que vienen a Pichilemu se pueden clasificar en dos grandes grupos: “Las familias” y “los jóvenes”.

Ya nos comimos las dos cucharadas, ahora vamos a la papa. La principal razón porque los turistas prefirieron otros lugares es por el excesivo, oneroso, ¡hasta usurero! y válgame todos los sinónimos, “precio de los arriendos de cabañas”. La primera vez que escuché esta causa fue en un programa radial de día domingo, aquí se planteaba por un panelista que si mal no recuerdo representaba a la conservadora Cámara de Comercio: “…que al menos venía menos gente, pero de más calidad…”. Como si las personas, los seres humanos, se pudieran clasificar como a mercancías, por su calidad. ¿Quién será una persona de calidad para el respetable señor de la Cámara de Comercio? Seguramente su escala de nivel de personas está íntimamente relacionada con su billetera. Una lástima. En este punto se abre nuevamente el gran tema reseñado del tipo, que no es lo mismo que la calidad de turista que nos visita.

¿Han oído hablar del concepto de “gentrificación”? En palabras simples son los viejos barrios que con el correr de los años se vuelven “cuicos”, es decir, lugares que en su mayoría residenciales, se vuelven sumamente cotizados por el comercio, lo que se traduce en un alza en los precios de los arriendos, lo cual lleva a que una pequeña burguesía se haga dueña o usufructúe de propiedades que antes pertenecían al ciudadano promedio. Un ejemplo que más bien ejemplifica pero no explica, es el fenómeno de Brooklyn en el gran Nueva York (léase el libro “Más allá del invierno” de la tan socialdemócrata, léase en el sentido despectivo de la palabra, escritora Isabel Allende). Un ejemplo más cercano, ya que yo tampoco nunca he estado más que en esta novela en Nueva York y en la calle del centro de Santiago, son los barrios Patronato, Mapocho y Matadero Franklin. En menor medida, los barrios Lastarria y Parque Forestal que siempre fueron de elite, solo que ahora con este fenómeno son de ultra súper mega elite.

Al parecer muchos quieren, que por supuesto en un plano local, se produzca el mencionado fenómeno en Pichilemu, o quizás sin saberlo, pero cobrando un dineral por el arriendo de su cabaña, está contribuyendo con la gentrificación de la ciudad. Qué quiero decir, muchos quieren que vengan solo turistas de un cierto “pelaje”, ¿beneficiaría esto a todos los comerciantes? ¿A todos los rubros? A mi parecer no. Me explico, ya este año se notó que con el excesivo cobro de arriendos de casas y cabañas se aleja al turista que lógicamente va a preferir otra ciudad.

Sobre el negocio del arriendo de cabañas dejo planteada otra tesis, el negocio de arriendo de casas y cabañas en Pichilemu está sobreexplotado, es decir, a todos se les ocurrió tener “su cabañita” en el mismo sitio de su casa para arrendarla, ¿bajo qué premisa? Se suponía que en algunos años se recuperaba la inversión, para luego recibir un ingreso más o menos constante todos los años. Pues bien, además del vecino de a pie que se le ocurrió copiar este negocio, que pidió un préstamo y construyó su cabaña para arrendar, llegaron grandes grupos inmobiliarios o medianos burgueses de la zona a construir grandes complejos de varias decenas de cabañas. Sumado esto, a “la cabañita” que tiene el vecino, el negocio se acabó, la gallina de los huevos de oro se cansó de poner. La oferta se hizo superior a la demanda, lo que en economía básica “debe”, si es que se quiere mantener algún beneficio del negocio, resultar en una baja de precios. ¿Qué se hizo acá? Justamente lo inverso, se elevaron los precios pretendiendo que a la ciudad llegaran turistas de más ingresos. Craso error, que se tradujo en varios días con la linda cabaña desarrendada. Los turistas de mejores ingresos llegan, son los mismos que toman café frente a “la Copec” e hicieron ganar un 15% más en propinas que otros años a mi amiga barista, pero se alojan en estos lujosos complejos de cabañas y no, en su mayoría, en “la cabañita” del vecino.

Las familias de clase media baja, esas que comen comida rápida, que van a los juegos frente al Casino, que siempre se compran una artesanía, que no toman café frente a “la Copec”, que se compran bebidas y todos los embelecos que venden en los negocios comunes y corrientes, prefieren otros destinos más económicos, o si vienen, se quedan menos días, como se dijo, junto con “gastar lo justo y necesario”.

Las familias de clase media alta se quedan en estos grandes complejos de cabañas, no van a las artesanías, compran en boutiques exclusivas, comen en restaurantes caros, nunca con el populacho, menos comida rápida, “¡por Dios que antiestético!”

Y el otro gran grupo de turistas, los que hoy en día, año 2018, siglo XXI, son el grupo que poseen el mayor poder adquisitivo, “los que gastan plata”, no tienen hijos que alimentar ni piensan en tenerlos, muchos son profesionales, ya salidos de las universidades (aunque endeudados por lo mismo), rondan la mitad de los 20 hacia arriba, comen en la calle, compran en “el súper”, van a la discoteca, pub y también quieren tomar al aire libre, los que revientan la tarjeta si el carrete está muy bueno, “los jóvenes”. ¿Atraemos a Pichilemu al segmento que hoy por hoy en el Chile del siglo XXI gasta más dinero? Les cerramos las botillerías a horarios del Estado Vaticano, les cobramos por arrendar una cabaña o casa un precio elevadísimo, les ofrecemos un pobre cartel en la Semana pichilemina (esperaría más de un balneario que sustenta su economía en el turismo). Mucho mejor fue el cartel de Peumo por solo dar un ejemplo. Ellos, ese grupo, el que gasta, “los jóvenes”, vinieron en menor medida este verano a Pichilemu.

En conclusión, vino menos gente este verano a Pichilemu: (1) Por el excesivo precio en el arriendo de casas y cabañas. (2) Por la baja en general de la economía del país. (3) Por el poco o nulo incentivo a venir a los jóvenes (4) Por insistir que Pichilemu sea de unos pocos (con plata) y no abrir el turismo al mundo entero.

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