El molino de agua de Rodeillo, un encanto escondido

El molino de agua de Rodeillo fue creado en 1952 por José Elizardo Muñoz. Fotos: Diego Grez / El Marino.
El molino de agua de Rodeillo fue creado en 1952 por José Elizardo Muñoz. Fotos: Diego Grez / El Marino.
Tal cual hemos publicado desde hace algunas semanas, Pichilemu tiene muchos destinos que son parte del mundo rural, y que gracias a su historia, tradición, y riqueza cultural, están siendo visitados cada vez más. Uno de estos lugares es Rodeíllo, un remoto pueblito ubicado a varios kilómetros del centro urbano de la comuna de Pichilemu.

En ese sector pichilemino, se esconde un verdadero tesoro campesino local, construido por un hombre que sin estudios, pero con grandes ideas y vocación, levantó hace más de seis décadas. Hablamos del molino de agua, aparato que se mantiene en excelente estado gracias a Julián Muñoz, quien se encarga de recibir a los turistas y enseñarles un poco de la historia de este lugar, por una módica suma de mil pesos.

José Elizardo Muñoz Vargas
José Elizardo Muñoz Vargas
Su padre, José Elizardo Muñoz Vargas nació en 1907. Fue agricultor en su juventud, y alrededor de los veinte años, desarrolló la idea de crear un molino, puesto que su progenitor era propietario de uno de fabricación alemana, que trajeron los españoles a nuestro país. Entre las características de ese molino se encontraba que su rueda —al contrario del molino de agua— corría de forma horizontal. “Las llamaban de turbinas, no eran muy grandes y corrían de lado, entonces al dar vuelta la rueda de lado, tenían el eje arriba y daba vuelta la piedra”, relató Julián Muñoz.

La idea de construir un molino la retuvo en su cabeza por veinte años, durante los cuales se dedicó a trabajar en diversos fundos de la zona con el fin de reunir fondos. Su molino sería creado con el propósito de prestarle un servicio a la comunidad, ya que —según recuerda su hijo Julián— “en ese tiempo la gente tenía muchas cosechas, había mucho trigo acá, pero solamente la molían con esas piedras de mano”.

El molino, por dentro.
El molino, por dentro.
A comienzos de la década de 1950, José Elizardo encontró el lugar perfecto para la instalación de su molino, con una corriente de agua cercana. Con el dinero ya reunido, adquirió el terreno, y puso manos a la obra. Primeramente, construyó uno similar al de su abuelo, que le permitió recaudar dineros adicionales para la realización del molino de sus sueños, inicialmente creado totalmente con madera, finalizando su construcción tras un año, en 1952. Sin embargo, José Elizardo no se manifestó conforme por varios años, perfeccionándolo con engranajes metálicos, que obtuvo desde la Maestranza de San Bernardo, para tenerlo a punto.

Julián Muñoz mantiene vivo el legado de su padre
Julián Muñoz mantiene vivo el legado de su padre
Las piedras que el molino utiliza para moler —una sirviendo de base, y la otra girando— fueron talladas en la localidad de Lolol, provincia de Colchagua. “Allá fue a tallarla mi padre con puro martillo y cincel, son pura piedra de granito, y esas piedras las trajeron tiradas con bueyes. Imagínese, una semana para ir y volver a Lolol, y después colocarlas a fuerza humana”, contó Julián Muñoz a “El Marino”, detallando que las piedras originales aún se encuentran en uso, aunque ya desgastadas.

La mejor época del molino de agua fue en la década de 1970. “Se molía las 24 horas”, recuerda Julián, quien agrega que este tesoro resistió sin sufrir ningún tipo de daños los terremotos de 1960, 1985 y 2010. “Ahora se ha potenciado como destino turístico, si bien viene muy poca gente a moler, los que vienen siembran poquito, y para ellos, por ello tuvimos que volcarnos al área turística”. José Elizardo, su impulsor, falleció en 1996; tras una vida de esfuerzo y sacrificio, había dejado de trabajar dos años antes. Ahora es su hijo quien mantiene vivo su legado, un importante patrimonio para la comuna y el país.

Quienes concurran al molino de agua de Rodeillo pueden adquirir en el lugar harina de quínoa, por tres mil pesos, así como harina tostada, harina refinada, o bien, degustar malta con harina, o agua de la vertiente con harina, por precios accesibles para cualquier bolsillo. Además, si desea utilizar el molino, Julián Muñoz mantiene la tarifa que dejó su “taita”, el 15% de la molienda.

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