La reciente distribución de más de $5.300 millones en recursos del Royalty Minero para equipamiento clínico en la Región de O’Higgins dejó prácticamente fuera a la provincia Cardenal Caro, que recibió apenas $6,7 millones, equivalente al 0,13% del total. Mientras hospitales como los de Rancagua, San Fernando y Santa Cruz concentraron cerca del 90% de los fondos, el Hospital de Pichilemu —único de la provincia— solo fue beneficiado con insumos menores como sets de curaciones, un electrocardiógrafo y un carro de procedimientos.
Desde el Gobierno Regional y el Servicio de Salud O’Higgins se justificó la distribución señalando que responde a criterios técnicos, enfocados en hospitales con pabellones quirúrgicos y alta complejidad. Sin embargo, esta explicación no convence a los habitantes de Cardenal Caro, quienes denuncian una postergación sistemática en inversiones en salud pública, pese a las graves brechas de acceso que enfrentan comunas costeras y rurales como Pichilemu, Marchigüe o Litueche.
Si bien se destacó la futura construcción de un nuevo hospital para Pichilemu, la promesa a largo plazo no soluciona las necesidades actuales. “Un proyecto que estará listo en varios años no justifica la desatención del presente”, señalan actores locales, quienes exigen un modelo de distribución más equitativo y que considere las realidades territoriales.
La situación revela una contradicción central: mientras se habla de descentralización y equidad territorial, la inversión sigue privilegiando los centros urbanos de siempre. Para Cardenal Caro, el centralismo no es solo un problema político, sino una barrera cotidiana que afecta directamente el derecho a la salud. «Vamos por más» decía un consejero regional en campaña el año pasado, pero ¿vamos por más en serio? Los hechos dicen lo contrario.
