Chile rechazó al extremismo, pero nueva Constitución es un deber

La decisión de la ciudadanía chilena en el plebiscito constitucional ha resonado profundamente. La victoria de la opción “En contra” es el reflejo del rechazo ciudadano a la propuesta elaborada por la extrema derecha en el Consejo Constitucional, controlado por el Partido Republicano que encabeza José Antonio Kast.

El rotundo 55.76% en contra de la propuesta presentada refleja una postura clara hacia un proyecto que no logró conectar con las aspiraciones y necesidades de una amplia mayoría. Este revés para el Partido Republicano, que buscaba plantear retrocesos en derechos sociales y modificar el sistema político a su gusto, con el pretexto de combatir la delincuencia (cosa que debe relegarse a las leyes penales), evidencia un distanciamiento con el sentir ciudadano y sus verdaderas prioridades.

Es esencial subrayar que este segundo rechazo a una propuesta constitucional no implica un respaldo incondicional a la Constitución instaurada durante la dictadura de Augusto Pinochet. La pregunta fundamental sobre la necesidad de una nueva Constitución, apoyada por el 78% de la ciudadanía en el plebiscito de octubre de 2020, permanece sin una respuesta definitiva. Seguramente, en un futuro próximo, se emprenderá un nuevo proceso que, con responsabilidad y consenso, entregue a Chile una carta magna democrática y representativa.

El desafortunado rol desempeñado por algunos sectores extremistas, tanto de izquierda como de derecha, durante este proceso iniciado en 2019 merece una crítica severa. Con su sed de poder, no pudieron ofrecer una alternativa satisfactoria. La opción “En contra” representa un mensaje, no de conformidad con la actual Constitución, sino de descontento con las propuestas presentadas y las estrategias políticas de ciertos actores.

La declaración del presidente Gabriel Boric, cerrando el proceso constitucional durante su mandato, resalta la necesidad de enfocarse en lo que es urgente para los chilenos. El hastío y la frustración de una parte de la ciudadanía evidencian la complejidad de este proceso y la distancia entre la clase política y las demandas ciudadanas. Su llamado a trabajar en reformas clave, como la de pensiones y el pacto fiscal, demuestra que lo que hoy se requiere son amplios acuerdos por el bien de Chile, sin mezquindad y sin maquinaciones.

Chile debe mirar hacia adelante con la convicción de que un día habrá una Constitución elaborada en democracia, inclusiva y representativa de todos. Los fracasos recientes no deben desalentar este anhelo, sino fortalecer la determinación para construir un marco legal que responda a las necesidades y aspiraciones de todos los chilenos. La demanda de la población por un diálogo más profundo, consensos y, sobre todo, acción, debe ser atendida con seriedad y responsabilidad por parte de las fuerzas políticas.

El futuro de Chile se construye en la capacidad de escuchar y actuar en beneficio de todos. Este resultado debe ser un llamado a la reflexión y al compromiso real con las demandas ciudadanas, dejando atrás los extremismos y privilegiando un camino de diálogo, acuerdos y cambios significativos para el bienestar colectivo. Nos decían “y que se jodan”, lo intentaron, pero no podrán doblegar el afán del chileno de bien, el chileno común y corriente que más allá de su ideología o convicciones, solo quiere que su país progrese y que sus hijos puedan vivir en una nación más acogedora, digna y soberana.

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