La elección de la desinformación

 

A una semana para la elección que dará el vamos a la inclusión de la ciudadanía, al proceso constituyente que ya pusieron en marcha los partidos políticos en marzo, la verdad sea dicha. La opinión pública y la gran mayoría de la ciudadanía saben poco o nada de estas votaciones, mucho menos de los candidatos y, lo que es peor, tampoco les interesa demasiado.

¿En qué momento llegamos a este punto? La respuesta a esta pregunta y de tantas que nos haremos en los próximos 40 o 50 años será: por culpa del resultado del cuatro de septiembre. Y es que claro, ganó el Rechazo, ganaron los partidos políticos tradicionales. Luego, con todo el poder de sus medios de comunicación masiva lograron colocar el énfasis en cualquier tema, menos en los temas de fondo, lograron que todo siguiera igual, lo que para ellos significa que se aseguraron a seguir lucrando con la educación, la salud, las pensiones, los recursos naturales, ya que básicamente con todas nuestras necesidades crearon un negocio, que excluye y entrega un servicio indigno al que menos recursos posee.

Por otro lado, está el nuevo proceso constituyente, donde los poderes fácticos, los verdaderos dueños de este país, se aseguraron que los cambios sean tan mínimos que en la práctica no existan. No solo hay un órgano encargado de esto, sino que existen dos órganos: los “expertos” y el “Comité Técnico”. Los primeros redactarán la verdadera nueva Constitución (o dicho en términos para que parezca “más democrático”: redactarán un “anteproyecto”). Los segundos, velarán cuales árbitros para que no haya cambios en los doce puntos previamente acordados por los partidos.

En este sentido hay un punto que grafica el espíritu de estas doce reglas escritas literalmente en piedra. Es el punto nueve, el cual dice entre otros amarres, que se mantendrá el Congreso tal y como lo conocemos, es decir, con Cámara de Diputados y Senado (recordemos que en la anterior propuesta de Constitución se eliminaba el Senado). En términos simples se aseguraron el trabajo, los sueldos millonarios, las jugosas asignaciones, los regios viáticos, etc. En este sentido me atrevería a sostener sobre estas doce bases constitucionales, que prácticamente no es que no las conozcan, es que ni siquiera las han leído o al menos escuchado la gran mayoría de los electores.

Por alguna de estas razones por separado ya podríamos argumentar que este proceso sea antidemocrático. Pero ya con todos estos cerrojos juntos no es de extrañar que amplios sectores de personas informadas estén llamando, a sabiendas de la calidad del proceso, a votar nulo. De esta manera, “la lista de los votos nulos” amenazará a las otras cinco listas de los partidos políticos tradicionales.

Finalmente, si el proceso anterior fue el de las “información falsa”, este a todas luces es el “de la desinformación”. Lo más desilusionante es que todo este “arreglo” es con el gentil auspicio y complacencia del 62% de los electores, de los cuales se puede decir muchas cosas, menos que le incumplieron una invitación a modo de promesa, la cual era: “hagamos una nueva Constitución, una que nos una…”. Pues bien, ahora estamos todos unidos en la ignorancia.

Pablo Canales Saravia

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