Sin embargo, el árbol generó opiniones divididas entre pichileminos y turistas. Uno de los críticos, Claudio Zúñiga Martínez, llamó al artista Michel Yáñez a que debería haber puesto “algo relacionado con el entorno marino mezclado con la parte rural … qué se yo. Adornos de sacos de sal y cochayuyos, algo de Pañul, y una miniatura de Larmahue. En fin, algo representativo”. Por su parte, Fernando Urzúa Púa comentó que “mis niños crecieron viendo ese arbolito. Respetemos la tradicion y veamos la ilusion y alegria de los pequeños cuando lo ven por primera vez. Muy bien y gracias.”
Por otra parte, hubieron masivas críticas a un comentario del exconcejal Héctor Cornejo Galarce, que no fue posible reproducir por no encontrase disponible. Leyla Alarcón Olate respondió el mencionado comentario, exponiendo entre otras cosas, que “estamos en una fecha donde debemos buscar lo bueno de las cosas y no estar solo criticando el trabajo de los demás, y como usted bien lo dice, Pichilemu merece algo mejorcito, creo tiene razón, pues, necesita personas mejorcitas.” Cornejo le respondió que “en la entrada de nuestra comuna debe presentarse algo mejorcito para nuestros vecinos y quienes nos visitan, con humildad recibo su comentario, pero insisto, Pichilenu (sic) merece algo mejor, incluida usted y yo también.”
Indudablemente, un árbol de Navidad no debiera ser objeto de este tipo de polémicas inútiles. Más vale el sentido y valor que se le entrega, que la forma —bonita o no— en que se presenta.
