Bueno, parece que a Martín de Los Santos Lehmann le llueve sobre mojado. No contento con ser imputado por golpear brutalmente a un conserje en Vitacura, ahora suma una flamante denuncia por estafa, y de paso, su oficina en Pichilemu terminó convertida en una moderna «instalación artística» de vidrios rotos.
El inmueble, que pertenecía a una inmobiliaria donde el multifacético De los Santos hacía sus «negocios», amaneció con varios ventanales destruidos. Al parecer, algún anónimo decidió expresarle su descontento a la vieja usanza: a punta de piedras.
¿El motivo de tanto enojo? Según reveló Mega, José Tomás, amigo de Los Santos desde hace 10 años (y ahora probablemente ex amigo), lo acusó de venderle una propiedad tipo tiny house que jamás existió. El denunciante aseguró haber depositado 7 millones de pesos para la compra de materiales, pero nunca vio ni el primer clavo. Ni planos, ni facturas, ni la prometida mini-casa.
«Siempre sentí que podía confiar en él, que sus problemas personales los podía arreglar por otro lado. Nunca me había fallado», relató con cara de resignación en Chilevisión. Lamentablemente, parece que De los Santos falló más que conexión de Movistar en la playa de Pichilemu.
Según explicó el denunciante, el «acuerdo» se cerró un día antes del famoso altercado con el conserje. Después de eso, intentó recuperar el dinero, pero se encontró con la misma respuesta que uno obtiene cuando quiere ir a un recital sin entrada: un rotundo no.
Ahora, entre la acusación por lesiones graves y la presunta estafa, Martín de Los Santos suma capítulos dignos de una teleserie de trasnoche. Mientras tanto, en Pichilemu, su oficina vandalizada se ha convertido en el mejor reflejo de su credibilidad: llena de grietas y difícil de reparar.
Por ahora, el imputado no se ha pronunciado públicamente. Quizás esté ocupado diseñando la próxima «tiny house» imaginaria… o buscando vidrios nuevos. Ah, cierto, está preso en Brasil esperando su extradición. Check mate fools!
