SEMANA SANTA EN PICHILEMU: CALVARIO Y SATISFACCIONES EN UNAS POCAS HORAS DE VISITA

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SEMANA SANTA EN PICHILEMU: CALVARIO Y SATISFACCIONES EN UNAS POCAS HORAS DE VISITA

 

Después de meses, estuvimos por algunas horas respirando el aire marino, aromado de sales y pinos, según nos señala el poeta José Vargas –que hace algunos días recordamos- en una de las tantas creaciones poéticas hacia mi comuna.

En efecto, aprovechando el viaje de Don Antonio de Petrel y su familia hacia Pichilemu y Cáhuil aprovechamos su invitación y llegamos –primero- a Cáhuil que lucía hermoso, limpio y con una cantidad de vehículos fuera de cada uno de los restaurantes y hosterías, con familias disfrutando de las exquisiteces del mar y –sin duda- de los productos tan ricos y tan de ese privilegiado microclima cahuilino.

Después de un opulento almuerzo me regresé a Pichilemu a la casa de mi familia y en el recorrido pude darme cuenta “in situ” de lo que se ha hecho y de lo que se está haciendo en Pichilemu, al tiempo que, paralelamente, un vistazo a la playa me permitió ver –lo que no ví en verano- una playa tan llena como por años, cada verano ví, repleta, y caminar entre miles de bañistas. Esta vez de miles de turistas de “Semana Santa” con un público mucho mejor que el del verano, algo que siempre ha sido así, al menos del público que llega en los últimos quince años.

 

EL OTRO PAISAJE

También vimos los avances en las obras que permitirán que el edificio del ex Casino de Juegos -(de hecho, no de derecho), uno de los primeros en el país- recobre su magnificencia y pueda por cien años más, al menos, enhiesto, gallardo, seguir prestando beneficios ahora exclusivamente para la cultura.

No podemos dejar de señalar, que en cierto modo sentimos un legítimo orgullo porque es fruto de la pelea, entre otras postreras, que por años dimos como Corresponsal del diario La Tercera, como director del periódico “PICHILEMU”, como dirigente de la Cámara de Turismo, concejal y como “pichilemunews”, junto a Don Antonio de Petrel, porque ese edificio recuperara su status y que el monumento nacional tuviera una vida más digna y provechosa que el mero recuerdo de un lejano pasado, más de leyenda que de verdad.

Es un legítimo orgullo que no nos da vergüenza decirlo. Y digo también, entre otras postreras, porque también hubo otras voces –pero no las únicas como han pretendido señalar- que posteriormente desde cargos asignados a dedo hicieron lo suyo (mal que mal les pagan por ello, ¿o no?), haciéndose eco de las demandas de soñadores, de ciudadanos, y hoy –con no pocos “palos” de por medio- se ablandaron y comprendieron que ese edificio, icono arquitectónico de la obra de don Agustín Ross, debía contar con los recursos necesarios para devolverle su gloria, escondida entre el olvido, la desidia y el estiércol de las palomas que encontraron allí refugio.

Pero de este paisaje nos fuimos a otro rincón de la obra del impulsor del balneario. Pasamos frente a lo que fue –primero- el Kiosco del Lawn Tennis y que tras la muerte de don Agustín, la Sucesión vendió y pasó, en otras manos, a ser el Hotel Terraza. 

Un par de años atrás, quizás menos, pasó a terceras manos; pero –aparte que compró más metros de los que correspondía –gracias a una de las avivadas de “Padre y Señor mío” de privados en desmedro del bien común y municipal- este nuevo y emprendedor empresario en una “altruista” acción (cuya sorpresa mayor la podremos ver mañana, bueno en estricto rigor los que vemos) vendió la pomada a las autoridades municipales –alcalde y concejales- de los maravillosos cambios que pretende hacer en su nueva propiedad.

Y “se la compraron”. Previo, obvio, también la opinión profesional del arquitecto del Departamento de Obras Municipales, y ahí vemos –en una primera acción- una linda reja y pilares de similar estilo a lugares cercanos.

Sin duda, hermosa. El problema –que otros no ven- es que el espacio que media entre la propiedad que efectivamente compró y esa reja, más temprano que tarde, terminará anexada a su propiedad. Para que estamos con cosas, el que no corre en Pichilemu, vuela. ¿O no?, ¿Acaso no es verdad? ¿No ha sucedido toda la vida? Y lo que es peor con la complicidad –comprada o no- de las mismas autoridades.

Aparte de lo anterior, este propietario “echó abajo” una antigua construcción que bajo cualquier circunstancia –para demolerla- debía contar previamente con una autorización expresa del Consejo de Monumentos Nacionales, por cuanto está inserta en la Zona Típica declarada y publicada en el Diario Oficial el 22 de Diciembre de 2004.

¿Se contó con aquella autorización, se tramitó previamente, o ante las denuncias, se hizo “con efecto retroactivo?

Y las demás autoridades que han hecho. ¿Solamente se han dado cuenta de los “lindo que quedó la reja” y no se han dado cuenta que se los han pasado por …, el aro?

Como si lo anterior fuera poco, en las pocas horas que estuvimos, se nos denunció que “nuevamente” –también pasándose las leyes y dictámenes de la propia Corte Suprema- se ha vuelto a cerrar la Calle Vecinal, en el sector sur oriente, próximo del cabezal sur del Aeródromo, dejándose solo la vereda para que transiten los vecinos.

Estaremos atentos ante este nuevo atentado a la racionalidad y ver qué harán las autoridades comunales.

Nuestro raudo paso por nuestro terruño tuvo ribetes de miel y agraz. También algunos pocos detalles de la muerte de la señora madre del seminarista Darío Polanco Morales, quien a raíz de un cáncer (causa de muerte que necesariamente hay que investigar, por la gran cantidad de casos) falleció en Santiago en días pasados.

Fue sepultada, previo a hermosos oficios religiosos –según nos relató una asistente- donde su esposo, Armando Polanco Galarce, su hija e hijo Darío- contaron con el apoyo solidario de centenares de vecinos que asistieron a entregar sus condolencias y a asistir a las exequias. Incluso una gran cantidad de seminaristas –que como él- están a muy poco tiempo de ordenarse sacerdotes.

Es más, conocimos de muy buena fuente que la madre de Darío, atenta al sueño de su hijo de convertirse en un nuevo sacerdote pichilemino, quizás presintiendo lo que vendría, alcanzó a prepararle una serie de vestimentas que son propias de estas ceremonias. Lo que habla de la intuición de las madres y que, pese a no estar presente el día de mañana, estará muy cerca de su hijo en momentos cruciales de su vida en que éste “se entregará a ser un discípulo del Ser Supremo”.

Nuevamente nuestras condolencias a los familiares directos como indirectos, ante la pérdida del ser querido.

Finalmente, uno de los momentos agradables –en esas pocas horas en la patria chica- entre los hechos negativos, el encuentro con un matrimonio de sanfernandinos: el Dr. Eduardo Contreras y su esposa Blanca, quienes a principios de los noventa estuvieron radicados en Pichilemu. Y donde ambos, él como odontólogo prestó sus servicios durante más de siete u ocho años, ella apoyándolos en cada acción de servicio voluntario hacia la comunidad. Ya como presidente del Club de Leones (hoy durmiendo), o vinculado al Club de Amigos del Surf (ente organizador de los campeonatos internacionales de este deporte), o en instituciones culturales (Acción-Art), en el Club Aéreo local, o como un “activo” miembro del Comité Ciudadano por el Progreso de Pichilemu, donde también compartimos tareas, organización que –como la actual Agrupación Ciudadana por un Pichilemu Limpio- dio ejemplo de organización, de perseverancia, de compromiso, y que también “peleó” con los tiburones de ESSEL por la “guerra del agua” en los años 1994, 1995 y 1996 y que concluyó con una solución política donde la “solución” de más de tres mil millones de pesos terminó enterrada, un fracaso donde los mismos políticos involucrados de ayer, estuvieron hoy en contra de la pelea por una Planta de Tratamiento de Aguas Servidas, cuya pelea finalmente ha sido ganada por la comunidad.

En efecto, en los próximos días o semanas, debiera estar iniciándose las obras, donde el mérito es de quienes se la jugaron por esta solución y no de aquellas avestruces que escondieron la cabeza y que, además, pretenden mañana postular a cargos en la comunidad.   

 


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