A desfacer entuertos y….

Y sucedió que en aquel tiempo la justicia suprema resolvió castigar por sí misma al reo de lesa magestad.

Y fué que en aquel entónces el supremo juez bajó de la montaña con todas las insignias de su poder: (poncho castellano, narices sui-generis, caballero en rocinante y penca en… etc).

Toda la jente sabía que se iba á llevar á cabo un castigo ejemplar. Y debieron adivinar que había llegado ya la hora: el cielo se oscureció, la tierra temblaba y el viento silvaba violentamente haciendo bramar los bosques.

Los habitantes del pueblo se preguntaban unos á otros ¿qué va á suceder hoy? ¡Él se hará justicia por sí mismo!

La congoja y el espanto cundían entre la multitud. En efecto, en la calle silenciosa sintióse el ruido atronador del galope de un caballo. Nadie respiraba en aquel pueblo cuyos moradores se ocultaban en los últimos rincones de sus casas, esperando, el desenlace de una venganza terrible. ¡El, él había llegado ya!………………………………………………………………………………….

La justicia estaba satisfecha. Muchos iban á la morada del juez á pedir justicia, pero contestaban que no se podía ver.

Algún tiempo más tarde se le vió bajar por detrás del pueblo, eludiendo pasar por él, como si temiera se visto. También se supo que después de aquella trajedia había estado mucho tiempo en cama y que se quejaba de agudos dolores á los huesos………

¡Ah! las aspas del molino!

A. Montero Rojas

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